Las que yo considero la mejor época del año ya estaban aquí. Las calles de Nueva Eridu se tiñeron de un profundo blanco y un frío helador. A algunos quizás no les guste, pero para mí, el simple hecho de lanzar bolas de nieve a la cara de otros me hacía completamente feliz.
Me encontraba sentado en el sofá, mirando a la nada, recordando lo feliz que era con mi familia en navidades antes de mudarme aquí. No me malinterpreten, adoro Nueva Eridu, pero a veces siento que estoy demasiado solo.
— ¡Ya estoy en casa! —Gritó Nekomata, dando un golpe en la puerta para entrar de la forma que ella llama "épica".
Cuando digo que me siento solo no lo digo literalmente, ya que con esa petarda rayándome 24/7 es imposible sentirse solo.
— ¿Qué traes en esas bolsas? —Pregunté, señalando las enormes bolsas de plástico que llevaba.
Nekomata las sostenía con ambas manos, casi a punto de romperse por la cantidad de cosas que contenían.
— Oh, las bolsas, sí —dijo, cerrando la puerta tras de sí y dejando las bolsas sobre la mesa de la cocina. Luego se acercó al sofá, sonriendo de oreja a oreja—. Antes de decirte qué es lo que contiene, quiero que me muestres todo lo que me quieres.
No era la primera vez que me hacía esa petición, así que ya sabía cómo iba a terminar. No era necesario responder a sus insinuaciones; en lugar de eso, la agarré del brazo y la acerqué hacia mí. Podía notar su respiración agitada y el latir acelerado de su corazón. Su lengua pasó por sus labios, humedeciéndolos ligeramente antes de que mis propios labios se unieran a los suyos. El beso fue intenso, lleno de emoción, un momento de pura conexión. Nos separaron unos segundos después, con un hilo casi imperceptible de saliva uniendo nuestros labios, como un puente frágil.
— Se te veía con ganas, John —dijo Nekomata entrecortada, su voz cargada de diversión.
— No te creas, tú eres la que ha venido pidiendo mimos —respondí, sonriendo a su actitud juguetona.
Ella rió suavemente, más con picardía que con timidez.
— Supongo que este es mi regalo de Navidad, ¿no? —preguntó, con una sonrisa traviesa.
— Exacto —dije, apartándola de encima de mí y levantándome del sofá. Me estiré, intentando liberar el dolor que sentía en la espalda por estar tanto rato sentado, y la miré—. Entonces, ¿qué hay en esas bolsas?
Nekomata se levantó del sofá, con un salto juguetón, y se dirigió rápidamente a la mesa de la cocina.
— Traigo ingredientes para la cena de Navidad —respondió con entusiasmo—. Nicole, Anby y Billy van a venir a cenar esta Navidad, así que he pensado en hacer algo especial por una vez.
Cierto, llevaba un año con ellos, celebrando las navidades en casas distintas, pero ahora que Nekomata y yo vivíamos juntos, era su oportunidad para organizar la cena en casa.
— ¿No crees que es más fácil comprar comida precocinada? —pregunté, sin mucha convicción.
Nekomata me lanzó una mirada fulminante y me dio un golpe en el brazo.
— No seas tan básico, tenemos que preparar algo especial para todos, no creo que te vayas a morir por hacer algo diferente este año en lugar de simplemente comer como un glotón —dijo con evidente molestia.
— Está bien, me esfuerzo en hacerlo mejor —suspiré, viendo que no tenía escapatoria.
La noche avanzaba rápido y, con el calor de la cocina y el caos de los preparativos, la cena de Navidad comenzó a tomar forma. Sin embargo, en medio de todo el bullicio, me di cuenta de algo crucial.
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Echoes of Steel and Feline Hearts
Fiksi Penggemar"Las cosas nunca salen como uno espera, y menos cuando se trata de algo tan impredecible como el amor. John lo sabe bien; su corazón late por una mujer especial a quien llama 'su gatita'. Pero el camino para conquistarla es incierto y lleno de obstá...