capituló 5

521 32 3
                                    

"¡Esto es tu culpa!"

Paul gruñó desde la pared de la sala de estar en la residencia Black mientras miraba fijamente a Leah, que estaba sentada en el sofá desgastado junto a Seth.

La tensión que flotaba en el aire era densa, los cambiaformas se retorcían y se movían incómodamente mientras esperaban que llegara su alfa. Jacob estaba de pie junto a la pared opuesta a Paul, junto a la ventana, mientras que Embry estaba sentado en una silla junto a Leah, su pierna no dejaba de rebotar hacia arriba y hacia abajo con energía nerviosa.

Después de una reunión de la manada la noche anterior, Sam tomó a los cinco lobos a un lado y les dijo que se encontraran allí con él al día siguiente. Aparentemente, su líder tenía algo urgente que discutir con ellos y debido a su mal humor en ese momento... Los cambiaformas estaban empezando a esperar lo peor.

¿Sam lo sabía?

¿Sabe algo sobre los Cullen?

¿Cómo pudo? Han sido tan cuidadosos.

—¿Y por qué es esto culpa mía? —preguntó Leah fulminando con la mirada a Paul.

"Tú eres el que tenías que aparecer anoche apestando a vampiro duendecillo".

—¡Oh, por favor! —gruñó la cambiaformas femenina en respuesta—. Al menos no llego a todas las reuniones de la manada y patrullas cubierta de las marcas de garras de Blondie.

Embry asintió: "Tiene razón, Paul".

—¡No es mi culpa! Ya sabes cómo es Rose, todavía está enojada por lo de Rachel —dijo Paul levantando las manos en señal de frustración.

—Entonces, ¿te está marcando como suyo? —preguntó Seth con una mirada confusa en su rostro.

—Marcando su territorio, Rosalie es más loba de lo que pensaba. —Leah resopló—. Me imaginé que serías la perra en esa relación.

"¡Cállate, Leah! ¡Tú eres la indicada para hablar con esa sanguijuela diminuta tuya que te domina!"

La cambiaformas femenina se levantó de su asiento y miró fijamente a la otra: "¡No vuelvas a llamarla así nunca más!"

Leah ama a Alice.

La ama más de lo que la cambiaformas femenina a veces puede soportar.

Las primeras semanas de su relación fueron duras, por decir lo menos. Al principio, Leah no quería tener absolutamente nada que ver con Alice, la única razón por la que seguía yendo a la mansión Cullen era por Seth.

De alguna manera, una de las sanguijuelas había clavado sus anzuelos en él y ahora su hermano pequeño se estaba desmayando por el chupasangre.

La palabra enfadada ni siquiera empezaba a explicar cómo se sentía Leah al respecto. Por alguna razón, Seth se negaba a escucharla. En un momento le prometía quedarse en la reserva y al siguiente ella estaría siguiendo su olor hasta la Casa del Vampiro.

La peor parte fue lidiar con los olores de las sanguijuelas, la lejía empalagosamente dulce que le quemaba la nariz constantemente. En algún momento, finalmente comenzó a asociar uno de los olores con el vampiro de Seth, Jasper. Ya que dondequiera que estuviera el olor de su hermano, el del vampiro parecía estar cerca.

FallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora