Capítulo 1 - Capacidad de amar

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Franco recordaba con una sonrisa en la boca el cambio que había sufrido su vida, especialmente su vida nocturna. Unos años atrás también trasnochaba tal como hacía en la actualidad, pero por motivos bien diferentes. Antes, la poca plata que reunía con sus precarios trabajos la malgastaba en la noche en un antro en el que nunca debió entrar.

Pero esa vida peligrosa en la que se rebajaba como un bobo quedaba muy lejos, ahora prefería mil veces lo que tenía.

Calma.

Tranquilidad.

Amor verdadero.

Ver los ojos de su hijo cerrándose tras una digna batalla en la que el pequeño se negaba a dormirse, era algo que jamás cambiaría.

Cerró la puerta con sumo cuidado, recordando el sueño ligero de Andrés y la de veces que solía despertarse durante la noche. Antes de poner rumbo a su propio dormitorio, decidió asegurarse que la pequeña de la casa continuase soñando con príncipes y princesas, y para su satisfacción, así era.

Gaby dormía abrazada fuertemente a su muñeca favorita, con la boca abierta y murmurando algo irreconocible. Signo de que estaba profundamente dormida.

La sonrisa se ensanchó más en su rostro.

¡Estaría loco si alguna vez se le ocurriese cambiar aquello!

Y más loco estaría si pensase en perder la imagen de su esposa esperándole en la cama.

Definitivamente, solicitaría la entrada voluntaria en un psiquiátrico.

Tuvo que aguantar soltar una carcajada, una que Sara no evitó y que le hizo mirar con temor al pasillo.

–Por favor.

–Perdón –Sara se cubrió la boca con la mano–. ¿Ya se durmieron?

–Ya. Bueno, Gaby... Gaby se durmió. Él ya sabes que se puede ir despertando.

Desde el nacimiento de su primogénito, solo consiguieron que durmiera la noche del tirón un par de veces, el resto se la pasaban haciendo kilómetros por la casa. Al principio, era un llanto el que les avisaba, ahora con siete años de edad y una elocuencia desbordante, era el propio Andrés el que se acercaba al dormitorio y les hacía saber que no podía dormir.

–¿Tú estás muy cansado?

–Muy, muy, muy cansado –contestó mientras comenzaba a quitarse la ropa.

–Sí, ¿mucho?

–Sí, un poco.

Se hizo el remolón jugando la correa de su pantalón.

–¿A ti te gusta esta vida de pareja, de familia, de hijos?

Se detuvo ante la pregunta de Sara, meditó, aunque no lo necesitaba.

–Tú y mis hijos son lo más importante que yo tengo en esta vida.

Era fácil de responder.

–Y tú, Franco Reyes... Eres perfecto para mí.

Se le llenaba el pecho al escuchar como Sara le declaraba su amor. Amaba recordar esa primera mirada de Sara que podía haberle matado y contrastarla con la que le devolvía en esos momentos cargados de amor sincero.

–O sea, esto es una competencia para ver quién ama más a quién.

Arrojó la camisa al suelo y fue directo a la cama, ya no podía resistirse más. Deseaba tener a su esposa entre sus brazos.

–¿Yo dije eso?

Si existía algo que se arrepintiese de su relación con Sara era haber perdido el tiempo mirando hacía quien no debía, por eso y desde el momento que abrieron sus corazones, se prometió aprovechar cada milésima de segundo para amarse... Y era lo que estaba haciendo cuando de un rápido movimiento se posicionó sobre su esposa.

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