Capítulo 6 - Perfecto

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El agua caliente cayendo sobre sus hombros no aliviaba la tensión que sentía en el cuerpo. Pensó que un baño relajante era lo que necesitaba, pero nada más lejos de la realidad. Su mente no dejaba de repasar las tareas pendientes, las próximas ferias de caballos, el inminente inicio escolar y las desavenencias con su esposo.

Continuaba enojada por perder la compra de las tierras de los Gutiérrez y tremendamente dolida porque Franco fuera el principal culpable de ello. Quizás no debería de haber dejado en sus manos algo tan importante como aquello. Pero si no podía confiar en su esposo para algo tan simple... ¿Qué más podía esperar?

No sabía si le dolía más perder las tierras o perder la confianza en Franco. Sin duda lo segundo, con las tierras podrían haber buscado alguna alternativa o insistir en el ayuntamiento tras la cesión de los lotes de Óscar y Jimena.

Buscar una solución para la hacienda se acabaría produciendo, pero...

–¡Sara!

El entusiasmo en la voz de Franco la enervaba.

Cerró los ojos y fingió no escucharle.

–¡Mi amor!

La puerta del baño abriéndose era la primera de las barreras que Franco estaba derribando aunque aún podría resistirse al no permitir que abriera el pequeño habitáculo donde el agua regaba su cuerpo.

–Estoy ocupada.

Ella siempre lo estaba.

–Tengo un regalo para ti.

Su esposo a veces era insoportable.

–No es mi cumpleaños.

En esos exactos momentos odiaba todo lo que amaba de Franco, y era ese entusiasmo desbordante.

–Yo jamás necesitaré un motivo para hacerte un regalo, pero sí una forma de pedir perdón.

Se cruzó de brazos, estar teniendo ese tipo de conversación mientras estaba desnuda no era lo ideal.

–¿Y por qué deberías de pedir perdón?

–Por imbécil.

Bufó, no le gustaba que Franco se insultase así mismo.

–No eres imbécil, aunque si un poco bobo.

Se mordió la lengua para no reírse.

–Un poco... Eso es muy modesto de tu parte. Aunque espero dejar de serlo tras conseguir la licencia para la ampliación.

–Imposible –murmuró.

No creía ni que con la cesión de los lotes, el funcionario les otorgase la tan ansiada autorización.

¿Cómo lo consiguió?

Su esposo no le dio una respuesta rápida, sino que abrió la puerta de par en par.

–¡Franco!

Gritó mientras que sin éxito pretendía cubrir su cuerpo desnudo. Su esposo no deparó en su desnudez y le mostraba con orgullo la licencia.

–Perdón.

Entre esa sonrisa de Franco apreciaba la culpa en sus ojos. No podía olvidarse tan rápido de haber perdido las tierras, pero lo cierto es que con la licencia tenía todo lo necesario para ser la mejor hacienda del país.

Su sueño continuaba intacto.

–Mi amor, no tienes porque, yo también fui muy dura.– Odiaba estar enojada con su esposo y eran pocas las ocasiones en las que su enfado llegaba a ese punto. –Pero amor, no quiero hablar de esto cuando estoy desnuda.

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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