Capítulo 4 - El vecino

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Sara despertó al día siguiente en la cama de Andrés. No sabía en qué momento de la noche se había quedado dormida, sospechaba que incluso lo hizo antes que su propio hijo, el cual descansaba sobre su pecho ajeno al mundo que le rodeaba.

Respiró profundamente, el insomnio de Andrés se les estaba escapando de las manos e igual debían de plantearse en acudir a un profesional.

Quizás tiene algún problema.

La angustia se apoderó de su estómago.

La preocupación de toda mamá es que su hijo esté enfermo.

Si algo le pasaba a Andrés o Gaby se moría.

Trató de calmarse, tomó aire varias veces hasta que esos pensamientos horribles se encerraron en lo profundo de su mente.

Consiguió levantarse de la cama sin que Andrés se percatase del movimiento, al menos cuando cualquiera de los Reyes presentes en la casa dormía, lo hacía tan profundamente que podía estallar una guerra fuera que ninguno de los tres se daría cuenta.

Recorrió el pasillo de regreso a la habitación, el sol de un nuevo día comenzaba a brillar en el cielo, pronto la hacienda despertaría y para cuando eso sucedía, ella ya llevaba varías horas de trabajo. Mientras se alistaba observó como Franco, al igual que sus hijos, dormía.

Tenía que compensarle, no sabía el momento, pero ambos se merecían un tiempo a solas... Sin embargo, eran difícil con los niños... Sus hijos eran una prioridad para la que no había posibilidad de sustitución.

Se alistó, desayunó algo rápido y fue al encuentro de Gonzalo.

Como era evidente, las pesebreras eran escasas y sus caballos necesitaban de espacio. A su cabeza llegó la petición que Franco haría a Óscar y Jimena para que les cedieran unos lotes de sus tierras. Esto les permitiría obtener la autorización del ayuntamiento, pero no sería suficiente. Si su hacienda llegaba a donde ella quería, necesitarían más hectáreas y no podrían estar continuamente preguntando a sus hermanos y hermanas.

–Patrona, ¿recuerda las tierras al norte?

Gonzalo interrumpió sus pensamientos.

–¿La de los Gutiérrez?

–Sí, están en venta. Le puede interesar.

Sara se llevó una mano a la barbilla. Entre los Reyes, las Elizondo y su mamá poseían una gran parte de las hectáreas de la región, pero era cierto que esa zona norteña, con la que limitaban sus lotes, nunca había pasado por mente.

Serían excelentes...

Pero primero, debía de hablarlo con Franco, además de visitarlas, observar con detalle el terreno y consultar el precio.

Sara regresó a la casa de muy buen humor, de hecho, esas tierras tendrían todo lo que necesitaban. La hacienda crecería hacia el norte, dejando una cantidad considerable de terreno para que los caballos ejercitasen para las exhibiciones.

Cundo ingresó en la casa encontró a Andrés y Gaby desayunando mientras hablaban animadamente, por el contrario, Franco estaba más apartado de sus hijos, bebiendo una taza de café y restregando sus ojos.

–¡Mami!

Besó las cabezas de sus hijos a la vez que les deseaba un lindo día.

Amaba tanto ser mamá... Aunque también amaba mucho se esposa y por la cara de Franco, este estaba bastante enojado.

–Lo sé –se dirigió a su esposo–. Lo solucionaremos, pero es que cuando llora...

Cuando cualquier de sus hijos lloraba le salía la leona protectora.

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