38: Tulipán

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En el jardín desbordante de posibilidades, 
donde el sol pinta con oro las horas, 
crece un tulipán entre sombras de dudas, 
su forma es un canto en la brisa, 
un eco sutil de lo que podría ser: 
amor perfecto, puro, anhelado. 

Sus pétalos, una danza de colores, 
verdes profundos, carmesí y oro, 
un tejido de sueños y esperanzas, 
reflejan la luz, su brillante deseo, 
mientras la brisa les susurra al oído 
historias de amores que aún no se han contado. 

Pero en su belleza se oculta el misterio, 
un secreto de la vida que nunca se revela: 
bajo el esplendor de su forma divina, 
esconde la fragilidad de lo humano, 
el amor imperfecto que respiramos, 
el roce del dolor en cada caricia. 

El tulipán, oh bello, flor del alma, 
con cada mañana que despierta al mundo, 
se abren sus pétalos, pero también sus penas, 
las historias que llevan en cada hilo de vida, 
los anhelos que nunca se cumplen, 
los susurros de un amor que titubea. 

Un tulipán en su mejor época, 
lleno de promesas, de futuro luminoso, 
sabe que el amor no siempre es como sueña, 
que a veces se quiebra en medio del vuelo, 
un amor que es atardecer y amanecer, 
sin la certeza de ser eternos. 

Mira, por un instante, el tulipán erguido, 
sus hojas que se alzan con gracia, 
palpite del viento, susurro del cielo, 
cual si fueran corazones que laten, 
encontrando la belleza en lo efímero, 
en la imperfección del rumbo del amor. 

Bajo la piel de sus pétalos suaves, 
hay historias de amores que se han ido, 
de caricias perdidas en el tiempo, 
de promesas susurradas en la penumbra, 
donde el tulipán guardó su esencia, 
su risa, su llanto, su verdadero ser. 

El amor es un tulipán que se marchita, 
un ciclo que gira, se renueva y se quiebra, 
es el susurro del río que arrastra recuerdos, 
cada gota, un eco de un abrazo ausente, 
cada corriente, una corriente de emociones, 
que el tulipán recoge en su andar silente. 

En su jardín, se juntan los amores, 
los que vibran con fuerza, los que se deslizan, 
y entre ramos de tulipanes se esconden 
las miradas sinceras y las has oídos callados, 
la lucha por entenderse, gusto y malentendidos, 
como dos pétalos que se acercan y se alejan.

Hoy el tulipán se viste de orgullo, 
aunque a veces sufre el peso del viento, 
se erige fuerte, aunque quiebre en mil trozos, 
un faro de luz en un oscuro desierto, 
donde las flores danzan al son de lo real, 
tanto en la tristeza como en la alegría. 

Jardín de imperfecciones, rincón del alma, 
cada flor un suspiro, cada hoja un significado, 
las espinas que marcan la historia de amores, 
un eco constante de lo que hemos vivido, 
en el perenne ciclo de florecer y marchitar, 
donde el amor es un tulipán sin final. 

Así, mi amor, entre tulipanes danzarines, 
te miro a través de susurros de colores, 
y reconozco que, en medio de la tormenta, 
hay belleza en lo que se desmorona, 
en las grietas de un corazón herido, 
donde el amor imperfecto encuentra su hogar.

 

Desde el alba hasta el ocaso, florece el tulipán, 
en sus raíces, todas mis dudas, 
las esperanzas que se asoman entre hojas, 
ese amor que arriesga, que se expone, 
sin la promesa de ser eternamente fiel 
pero sí entregado, sincero y lleno de vida. 

De sus sombras nacen los anhelos, 
las lágrimas que bailan con la luz, 
en un canto de amor hacia lo imperfecto, 
donde cada pétalo cuenta una historia, 
cada despedida, un nuevo comienzo, 
en el ciclo de lo que se entrelaza y se separa.

Tulipanes que se sacuden con el frío, 
se aferran a la tierra, empapados de vida, 
y así, en su fragilidad, nos enseñan 
que el amor puede desvanecerse en un instante, 
pero también renacer, colmando vacíos, 
revelando su esencia en la imperfección. 

Cada tulipán, una palabra sin pronunciar, 
un beso que se desvanece en el aire, 
una mirada que queda atrapada en el viento, 
un reflejo de lo que somos y lo que anhelamos, 
porque el amor, mis amores, no es un destino, 
sino el viaje constante hacia lo incierto y sin rumbo. 

Así cierro mis ojos y respiro el tulipán, 
su aroma entrelazado con todos mis recuerdos, 
y en este rincón privado de mi ser, 
donde el amor imperfecto florece con fuerza, 
sé que no hay jardinero que pueda domar 
esta pasión, este querer en constante evolución. 

Que el tulipán, en su esplendor y su caída, 
nos hable en cada fragancia del presente, 
en cada beso que se escapa entre los dedos, 
en cada abrazo que perdura y se vuelve aire, 
un recordatorio de que el amor, 
aunque imperfecto, siempre florece de nuevo.

 

Así, con cada temporada, el tulipán se aferra, 
a la esencia de lo que somos, cada día, 
y en su jardín, abrazo lo imperfecto, 
donde la belleza encuentra sus raíces, 
sin prisa por desvanecerse, 
y nos enseña que en cada momento hay amor.

 

Entonces, querida mía, siguamos en este sendero, 
bajo un cielo que cambia de tonos y texturas, 
donde los tulipanes, entre risas y lágrimas, 
nos invitan a valorar el camino, 
a celebrar el amor en su forma más pura: 
una flor que crece entre imperfecciones.

Gracias por leer<3

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