45: Amarillo

0 0 0
                                    

En la vasta paleta del amanecer, 
donde se deslizan los sueños de luz, 
un tono emerge con fuerza y fervor, 
es amarillo, un sol que nunca se apaga, 
un susurro de vida, un canto sincero, 
fragmento radiante de un mundo en calma.

Es un río de oro que danza en la brisa, 
un guiño amable en la cara del cielo, 
sabiduría antigua que fluye sin prisa, 
destellos de agilidad en el vuelo, 
las aves que surcan, cual flechas doradas, 
las corrientes risueñas que abrazan los campos.

Los girasoles, guardias en trineo dorado, 
se inclinan reverentes ante el rayo divino, 
en el lienzo del campo, un vibrante legado, 
una sinfonía que despierta el destino, 
la tierra, aquel manto de pétalos suaves, 
pinta su historia en un tono sincero.

¿Quién puede resistirse a tal hermosura? 
El aroma de un día que apenas se asoma, 
es el brillo en los ojos que arrastra la locura 
de aquellos que buscan, de aquellos que rompen 
las cadenas del miedo en cada paso ligero, 
un viaje oral por las sendas de oro.

Color que despierta las risas del niño, 
que juega en su sombra, saltando de alegría, 
sus manos abiertas, pintadas de cariño, 
donde la vida se muestra en toda su armonía. 
Las mariposas juegan, vestidas de gala, 
y el viento lleva consigo su danza estival.

En la risa del anciano, un eco sereno, 
un relato de vida bordado de brillo, 
en su voz se desliza la calma del pleno, 
un mapa de rutas, un viaje sencillo. 
Y aun cuando el tiempo se vuelve lejano, 
el amarillo persiste en su estela anaranjada.

Las hojas en otoño, en su danza final, 
susurran secretos de un mundo dorado, 
un ciclo eterno, amor natural, 
en el aire que lleva fragancia de bayos, 
un eco de sabiduría, un resonar eterno, 
en cada chispa de oro que cae al sendero.

Brillantes sonrisas emergen al compás 
de la luz del día, de un cálido abrazo, 
en la esencia del amarillo, un faro eficaz, 
refugio de sueños, de la paz en su lazo. 
Las velas encendidas en la sala, brillan, 
como almas encarnadas que buscan su hogar.

El limón asume el reto del sabor, 
una explosión de vida en cada bocado, 
en su piel resplandeciente, un rayo de amor, 
un estallido de júbilo en cada plato amado. 
El sol se despereza, al pintarse de miel, 
y el horizonte invita a un baile fervoroso.

Las calles de la ciudad, a la luz del atardecer, 
se bañan en un baño de tonos brillantes, 
los coches y bicicletas en su vaivén correr, 
dejan huellas doradas en caminos vibrantes. 
Es allí, en el mero latido de la prisa, 
donde el amarillo grita que todo es posible.

Las gaviotas que vuelan, argentadas por la luz, 
rasgados paisajes que el mar les susurra, 
en cada ola que bate, hay un aire de cruz, 
la promesa del mañana que siempre murmura. 
El amarillo en su esencia, resplandece y brilla, 
recorriendo los muelles, hilando una estela.

Sin miedo al oscurecer, avanza el crepúsculo, 
los colores reviven en danzas de fuego, 
y el amarillo, faro de un futuro abultado, 
se vuelve todo ritmo, se vuelve todo juego. 
En cada rincón hay vida, hay risa y pasión, 
una narrativa rica que contagia al corazón.

Las flores que brotan entre las piedras grises, 
son bálsamo puro, son eco de alegría, 
radiantes en su esencia, en trinos de matices, 
cantan a la vida su himno cada día. 
El jardín se hace hogar de un sinfín de los dones, 
un refugio dorado, donde el alma se expone.

Brillante es el amanecer que despierta, 
sobre vastos horizontes de mies dulce y pura, 
en el canto de un ave que siempre nos rinde, 
pues cada trino es una nueva aventura. 
El amarillo abraza, entre risas y abrazos, 
la historia compartida entre corazones lazos.

La agilidad del río que serpentea el valle, 
luces y sombras que juegan en su correr, 
como el amarillear de un nuevo estandarte, 
que enciende el horizonte y vuelve a nacer. 
Es vida que fluye en forma interminable, 
cada instante radiante, cada día amable.

Y así, el amarillo, en su danza constante, 
convierte lo simple en un fenómeno brillante, 
en la fragancia del aire, en el dulce instante, 
donde el ser y el no ser se vuelven el amante. 
La luz que nos guía, la calma anhelada, 
es un juego eterno de armonía cargada.

En el cielo de invierno, en sus nubes ligeras, 
el amarillo se asoma con rayo sincero, 
en una paleta que a todos nos abraza, 
un manto brillante que alculte el sendero. 
La esperanza en la vida revela sus colores, 
los ecos del alma danzan entre amores.

Así el tiempo avanza en un vaivén eterno, 
el amarillo enseña que el ahora es un sueño, 
y en cada destello, en cada giro interno, 
se teje la historia de un mundo pequeño. 
Y así se construye, sin miedo ni freno, 
la crónica dorada de un viaje pleno.

Un susurro luminoso, un gemido profundo, 
en un mar de anhelos, en un cielo abierto, 
el amarillo resuena, como un eco fecundo, 
en las vidas que llegan, en los días que suenan. 
Es un viaje brillante hacia el fin del ocaso, 
un abrazo dorado que siempre es acaso.

Así se sigue danzando en el eco presente, 
la armonía de lo simple en cada paso, 
un instante dorado, un fulgor latente, 
un rayo de esperanza, un amor que no escaso. 
El amarillo nos llama, se vuelve bandera, 
un canto de vida, una luz sincera.

En cada célula, en cada ser que nace, 
hay un pulso dorado que siempre se siente, 
un abrazo a lo eterno, donde todo se hace, 
un estallido de brillo que nunca se siente ausente. 
Así el poema se dibuja, en cada trazo sincero, 
abriendo caminos que se mueven ligeros.

Sin moraleja alguna, solo el brillo amargo, 
del amarillo cálido que ilumina el suelo, 
un sinfín de momentos que guardo a lo largo, 
un eco eterno de un viaje que no muero. 
Brillante es la esencia de lo que se anida, 
en cada golpe de vida, en cada rayo que gira.

El Corazón y La RazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora