CAP 7

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Aquí un cap más antes del chanchullo.











Tan pronto como llegaron al campamento, Felix fue conducido a una carpa especializada exclusivamente para él.

Había intentado localizar a los guardias que habían intentado envenenarlo, así como al tipo que lo había acompañado a su habitación, pero no tuvo éxito.
A su alrededor, todos estaban preparando sus armas y entrenando con dedicación, incluso al caer la noche.

Si las circunstancias hubieran sido diferentes, quizás se habría sorprendido ante la inquebrantable dedicación de los hombres de Chan. Sin embargo, cada uno de sus movimientos estaba meticulosamente ejecutado con un fin: erradicar a los mestizos.

Suspiró suavemente antes de entrar a su carpa y prepararse para dormir.

En dos días partirían hacia el intermedio. Sería un viaje largo, según lo que había escuchado; en el camino al portal se extendía un enorme bosque habitado por criaturas monstruosas y pasadizos interminables.

En resumen, se trataba de la parte baja de Adneo, un lugar al que únicamente eran capaces de entrar aquellos que tenían la valentía necesaria.

Al caer la noche, abrió los ojos lentamente al percibir movimientos a su alrededor.

Aún somnoliento, se incorporó con lentitud, pero antes de que pudiera reaccionar, sintió un par de manos cubrir su boca desde atrás. Intentó gritar, pataleando por doquier, más lo sujetaron con firmeza y lo arrastraron fuera de su carpa, llevándolo a las afueras del campamento.

—Haz las cosas más fáciles para todos, ¿quieres?

Esa voz... Su intentó de escape se detuvo al escuchar la voz de Eilaron. Al ser liberado, cayó al suelo, cayendo a los pies de aquel guardia.

No le resultó difícil deducir que ese tipo poseía el don del ailiro y, además, que su rostro maltratado era el resultado de una reprimenda por sus acciones pasadas, al haber tratado de envenenarlo.

—Todo esto es culpa tuya...— murmuró con la voz entrecortada, acentuando cada palabra— Si no hubieras llegado aquí, nada de esto habría sucedido.— Señaló su propio rostro y luego soltó una risa áspera— Pero eso se acaba hoy.

—¡Fuiste tú quien intentó envenenarme por mero orgullo!

Cuando levantó su mano para atacar a Felix, un rostro familiar emergió detrás de Eilaron.

El tipo que lo había conducido a su habitación días atrás se encontraba a unos pasos de distancia.

En silencio, sus ojos destellaron con un tenue matiz azul mientras levantaba una ilera de piedra, atravesando a Eilaron de pies a cabeza. Este cayó a los pies de Felix, quien apenas logró mantener la conciencia ante la escena frente a él.

El otro guardia se apresuró a ayudarlo a levantarse antes de ofrecerle una profunda reverencia.

—Soy Daniel, mi señor.

Aún aturdido, el menor asintió levemente. Daniel, divertido, tomó su mano y continuó alejándose del campamento.

—Quizás y fue sorpresivo, pero era esa tipo tan pedante o usted, mi señor.

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