CAP 4

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Al día siguiente, varios sirvientes del castillo entraron en su habitación. Sin esperar respuesta, lo levantaron de la cama y lo colocaron sobre una plataforma elevada para tomar sus medidas.

Felix bostezó mientras observaba cómo la cinta métrica recorría diferentes partes de su cuerpo.

Una risa corta lo distrajo y al mirar hacia la puerta vio a Chan, quien lo observaba con diversión al ver que aún estaba prácticamente dormido mientras los sastres tomaban sus medidas.

—Hoy vendrás conmigo, Felix.— informó al entrar en la habitación, extendiendo su mano para ayudarlo a bajar— Iremos a los lugares más conocidos y menos concurridos de Adneo.

El rubio se frotó la cara varias veces para alejar el sueño, asintió suavemente mientras empezaba a vestirse.

Se limitó a pensar solo en las afueras del castillo, pues pudo ver un ligero matiz naranja en los ojos de Chan.

—¿A dónde vamos?— se giró, recogiendo su cabello en una pequeña coleta. Chan sonrió divertido antes de señalar hacia adelante.

El portal entre mundos.

—Sé que disfrutas de la lectura, pero aún no has experimentado la verdadera belleza de este lugar.

Al salir del castillo, una criatura con enormes alas ya esperaba por ellos. Felix la miró maravillado, ya que a simple vista parecía un gigantesco oso.

—Agárrate fuerte, Lee.— escuchó tras él, seguido del toque en su cintura.

Sin embargo, no tuvo tiempo para decir nada más, ya que Chan lo levantó y montó sobre la criatura.

—¡Espera! Creo que antes deber...

Sin esperar a que terminara la frase, el pelinegro golpeó el lomo de la bestia.

El grito de Felix quedó suspendido en el aire. Chan rió divertido antes de seguir su ejemplo y subir a una criatura idéntica.

—Abre los ojos, muchacho...

El rubio abrió lentamente los ojos, (estaba prácticamente abrazando con todo su cuerpo a la criatura). Al hacerlo, la vista sorprendente frente a él lo dejó estupefacto.

Las ondas del portal eran ahora claramente visibles frente a él, con hermosos colores que iban desde un verde pistacho hasta celeste.

Intentó encontrar el origen de aquella voz tan profunda, pero no había nadie más a excepción de sí mismo.

—Solo aquellos que sean merecedores pueden escuchar nuestra voz.— escuchó de nuevo al mirar hacia abajo, donde la criatura lo observaba con curiosidad.

—¿Fuiste tú?— preguntó a la criatura alada, la cual parpadeó en señal de afirmación.

Antes de poder hacer más preguntas, Chan apareció a su lado.

—¿Y bien? ¿Qué piensas, Felix?— preguntó, acercándose un poco más.

El menor se tomó un momento para observar las gigantescas ondas antes de asentir suavemente.

—Es hermoso.

Chan asintió encomiable, señalando un punto preciso entre las nubes— Sígueme— murmuró, girando antes de descender nuevamente.

—¿Qué hay allí?— susurró Félix hacia la criatura, quien simplemente asintió antes de seguir la dirección del pelinegro.

Se detuvieron frente al portal que conducía directamente al pueblo, pero Chan ni siquiera le dio una segunda mirada.

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