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Cho se despertó temprano, la luz del amanecer apenas asomando por la ventana de su habitación. Al levantarse, notó una ligera molestia en sus pechos, algo que lo hizo fruncir el ceño. Al dirigirse al baño, se detuvo frente al espejo y observó con atención. Sus pechos estaban algo hinchados y adoloridos, una sensación extraña pero no del todo desconocida. Recordó los últimos encuentros con Jane, en los que el alfa había mostrado un interés particular por esa parte de su cuerpo. Suspiró, pensando que quizás eso explicaría la incomodidad, y decidió no darle más importancia.

Sin embargo, durante las siguientes semanas, Cho comenzó a experimentar una serie de síntomas alarmantes. Se fatigaba rápidamente, mucho más de lo habitual, incluso después de tareas sencillas. Su apetito había crecido considerablemente, comía más de lo usual y, aun así, se sentía constantemente hambriento. Además, el sueño lo vencía a menudo, encontrándose dormido en su escritorio más veces de las que podía contar. Estos cambios lo inquietaban, pero trató de atribuirlos al estrés y al trabajo.

Una mañana, el síntoma más aterrador se presentó. Cho se despertó con náuseas intensas y apenas llegó al baño a tiempo para vomitar. Se arrodilló frente al inodoro, jadeando y sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él. Ese episodio no podía ser ignorado. Temblando, se levantó y se miró en el espejo del baño, su rostro pálido y sus ojos llenos de miedo.

La pequeña posibilidad de lo que estaba sucediendo comenzó a formarse en su mente. El terror lo invadió al considerar la idea, pero sabía que necesitaba confirmarlo. Después de tomar una ducha rápida y vestirse, salió de su apartamento y se dirigió a la farmacia más cercana. Sus manos temblaban al seleccionar una prueba de embarazo y pagarla. La cajera le dirigió una mirada comprensiva, pero Cho no podía concentrarse en nada más que en el temor que lo consumía.

De vuelta en su apartamento, se encerró en el baño y realizó la prueba, esperando con el corazón en un puño. Los minutos que tardó en mostrar el resultado fueron eternos. Cuando finalmente apareció la confirmación, sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Estaba embarazado. El terror y la incredulidad lo abrumaron, haciéndolo caer de rodillas en el pequeño baño.

Mientras se recomponía lentamente, agradeció que el reciente caso del imitador de Red John había mantenido a Jane tan concentrado que sus encuentros sexuales habían cesado levemente. Si no fuera por eso, el mentalista probablemente ya habría deducido su estado. Pero sabía que no podía ocultarlo por mucho tiempo, y la idea de enfrentar a Jane con esta noticia lo aterraba aún más. Se levantó y se preparó mentalmente para el día que tenía por delante, consciente de que su vida había cambiado irrevocablemente.



Un omega embarazado sufría muchos cambios, desde dolorosos espasmos en su vientre mientras se ajustaba para albergar al futuro cachorro, hasta intensos malestares matutinos. Cho experimentaba esos espasmos como si un cuchillo filoso lo atravesara, cada punzada de dolor recordándole la realidad que llevaba dentro. Hizo todo lo posible por disimular sus síntomas en el trabajo, bebiendo solo agua y aprovechando cada descanso para dormir, intentando mantener su energía a flote. Aun así, no podía dejar de pensar en la decisión que debía tomar: si continuaría con el embarazo o no.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz de Rigsby, quien lo sacó de su ensimismamiento. Estaban en la camioneta, vigilando a un posible sospechoso que no habían podido retener por falta de pruebas, pero que seguían con una vigilancia constante. Era ya altas horas de la noche y la fatiga comenzaba a hacerse sentir.

—¿Quieres el sándwich de jamón doble o el de queso doble? —preguntó Rigsby, abriendo su lonchera y dejando que el aroma de los alimentos se esparciera en el vehículo.

Cho apenas tuvo tiempo de reaccionar. El olor le provocó una intensa náusea, su estómago se revolvió violentamente. Sin decir una palabra, salió apresuradamente del auto y vomitó a un lado de la carretera, sus arcadas resonando en la silenciosa noche.

Colegas - El mentalistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora