Cho estaba solo en la oficina, el silencio envolvía el espacio, roto solo por el sonido de las teclas mientras revisaba los últimos detalles del caso. Su vientre, ahora de nueve meses, su cuerpo había cambiado, pero gracias a que los omegas varones no desarrollaban un vientre tan prominente , su aspecto pasaba más bien como un leve aumento de peso. Lisbon y el equipo estaban en el bosque, investigando la misteriosa muerte de una mujer, y él debía quedarse a cargo de la información en la oficina.
El teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos. Levantó el auricular con una mano, mientras su otra mano repasaba inconscientemente la curva de su vientre.
—Agente Cho.
—Hola, agente. Tengo información importante sobre el caso del bosque. Sé quién es el asesino.
Cho se incorporó de inmediato, su mirada volviéndose intensa. Los detalles que el informante ofrecía encajaban a la perfección. Atando cabos, la imagen del asesino cobró sentido: tenía la identidad, el motivo, todo. El caso parecía resuelto, pero el peligro era inminente, y el equipo estaba allá afuera, vulnerable contra un psicópata.
—¿Podrías darme tu nombre? —pidió Cho, con la guardia en alto, ya percibiendo algo extraño en el tono del informante.
Del otro lado de la línea, el hombre soltó una risa baja y escalofriante que hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
—John... Red John —respondió el hombre, en una voz pausada, como si saboreara cada palabra.
Cho sintió cómo su estómago se tensaba, y su mano se aferró con fuerza al auricular. Esa simple presentación lo había dejado helado. Sabía perfectamente quién era ese nombre, el mismo que había atormentado a Jane durante años, el hombre responsable de tantas muertes y sufrimiento.
Pero antes de que Cho pudiera responder o reaccionar, la línea se cortó, dejando el silencio ensordecedor de la oficina a su alrededor.
Sin perder un segundo, marcó el número de Jane. La llamada fue directa al buzón. Frunció el ceño y probó con Lisbon, solo para encontrarse con el mismo silencio. Ansioso, intentó con Vant Pelt.
—Cho, ¿Qué pasa? —contestó ella, la voz con un eco de fondo que sugería que estaba en medio de una entrevista.
— ¿Cuál es la ubicación exacta? —inquirió Cho rápidamente—. Tengo al asesino, y están en peligro.
—Lisbon y Jane se dirigieron al bosque con la única testigo, acaba de despertar del coma —informó Vant Pelt—. Rigsby y yo estamos en un interrogatorio al otro lado de la ciudad, a más de cuarenta minutos de distancia.
Cho dejó el teléfono y, sin pensarlo más, tomó su chaqueta. Si no podía alcanzarlos por teléfono, tendría que encontrarlos él mismo.
Mientras conducía por la carretera desierta, la luz de la luna apenas iluminaba el camino rodeado de altos árboles, cuyas sombras parecían alargarse con el viento, creando un ambiente denso y sombrío. Había muchas preguntas, ¿Cómo Red Jhon sabia del caso? ¿El asesinó y red Jhon estaban relacionados?
Con una mano al volante, Cho sacó su radio y pidió refuerzos, comunicando la ubicación aproximada donde el equipo había estado investigando y donde, ahora sospechaba, podría encontrarse el escondite del asesinó. La espera de la confirmación de las unidades adicionales le parecía eterna, pero cada segundo contaba. Aceleró un poco más, sus manos firmes en el volante y su respiración pesada, consciente de su condición física y de la importancia de no dejar que el miedo le nublara el juicio.
Al llegar al borde del bosque, Cho estacionó su coche y se quedó unos segundos en el asiento, tomando aire. Encendió su linterna y se aseguró de tener su arma a mano, sintiendo el peso de la responsabilidad en su pecho, aunque sin permitir que su determinación se quebrara. Al bajar del auto, un viento helado le acarició el rostro, intensificando la sensación de aislamiento en la vasta y oscura extensión del bosque. Los crujidos y susurros naturales del entorno parecían amplificados, cada sonido acentuado en el silencio opresivo de la noche.
Junto con las unidades que ya habían llegado, comenzaron a adentrarse en el bosque, avanzando lentamente y manteniéndose alerta ante cualquier movimiento o señal. Cho había dado instrucciones claras: buscar alguna estructura oculta, una cabaña o una caseta donde podría estar escondido. Las linternas oscilaban en la oscuridad, iluminando troncos retorcidos y ramas que parecían manos extendidas.
Guiado por la dirección del sonido, Cho caminó con cuidado, rodeado por el equipo, hacia una pequeña estructura que apenas se distinguía entre las sombras: una caseta vieja y deteriorada. La pintura estaba descascarada, y sus ventanas parecían sucias, cubiertas de polvo y telarañas, lo que hacía que el lugar pareciera aún más siniestro.
Se detuvo a unos metros, observando la caseta en silencio. Con una última respiración profunda, levantó la mano hacia la puerta, dispuesto a desvelar el misterio...
Cho avanzó, el arma firme en sus manos, y los demás agentes lo siguieron con pasos ligeros. El interior de la caseta estaba oscuro, apenas iluminado por la tenue luz de la luna que se colaba entre las rendijas de la madera vieja. Todo parecía abandonado, con herramientas oxidadas cubiertas por sábanas y el polvo acumulado en cada rincón. Pero no estaban solos. Cho lo sentía en el aire, ese instinto de alerta que había desarrollado después de años en el campo.
Apenas dio dos pasos cuando un débil rastro de feromonas, el de Jane, lo golpeó. Había pasado por ahí hace poco. Su corazón se aceleró mientras avanzaba cautelosamente, buscando alguna señal de su equipo.
Entonces, de la penumbra, una figura emergió de repente. Era un hombre joven, vestido con un uniforme de guardabosques, los ojos brillando con una mezcla de adrenalina y locura. Sostenía una pistola y la mantenía firme contra la cabeza de Lisbon, que estaba de rodillas, la respiración tensa pero el rostro inmutable. Jane, no muy lejos, tenía las manos atadas detrás de la espalda, su mirada fija en el suelo.
—Bajen sus armas, oficiales —ordenó el hombre, apuntando a Lisbon.
Cho intercambió una mirada rápida con Lisbon, que asintió casi imperceptiblemente. A regañadientes, dio la orden de bajar las armas, y sus compañeros obedecieron, dejándolas en el suelo.
El guardabosques mantuvo a Lisbon y a Jane a la vista, controlando cada uno de sus movimientos. Fue entonces cuando Jane, con un movimiento sutil, dejó caer su teléfono al suelo, aparentemente accidental. La pantalla se encendió al caer, y unos segundos después, el teléfono emitió un sonido agudo que resonó en el silencio de la caseta.
El asesino giró la cabeza hacia el teléfono, confundido, y fue la oportunidad que Cho necesitaba. Con un rápido movimiento, se inclinó y recuperó su arma, apuntándola directamente al hombre. Lisbon, aprovechando la distracción, le dio un codazo en el estómago y se escabulló hacia un lado.
Lisbon y Jane se escondieron detrás de una estantería desvencijada, ambos conteniendo la respiración en un silencio que parecía tragarse el aire. Lisbon le dio un codazo a Jane, frunciendo el ceño mientras le susurraba:
—Controla tus feromonas, Jane. Nos estás sofocando.
Jane asintió, pero sus ojos permanecían oscuros y tensos, claramente preocupado. La situación era peligrosa, y Cho no debería estar ahí en su estado. Estaba agotado, cargando no solo con la tensión del caso sino con el peso de su embarazo, y enfrentarse a un asesino en esa situación era un riesgo enorme.
Jane respiró hondo, intentando calmar sus propias feromonas mientras buscaba desesperadamente una forma de ganar tiempo o desviar la atención del atacante.
Desde su escondite, Cho escuchó los pasos del hombre acercándose cada vez más, sus botas crujiendo en el suelo de madera mientras inspeccionaba el área. Los músculos de Cho estaban tensos, listos para reaccionar al menor indicio de peligro, pero entonces, el sonido de un disparo perforó el aire, rompiendo el silencio con brutalidad.
El destello iluminó la penumbra por un segundo, y el sonido reverberó con fuerza, haciéndoles eco en el pecho. En el momento de mayor tensión, todos se quedaron paralizados; no estaba claro quién había disparado ni quién, si alguien, había sido herido.
.....................
Capítulo 14
....................No olviden votar y dejar tus comentarios.
ESTÁS LEYENDO
Colegas - El mentalista
FantasyEn el mundo del CBI, el Agente Kimball Cho, omega, descubre que está embarazado de su colega Patrick Jane, alfa, lo que pone a prueba su relación y la dinámica del equipo. Mientras Jane lucha por equilibrar su amor por Cho con su deseo de venganza p...