Capitulo 3
Con las palabras de Freen aún en su mente, Becky corría porque aquello que no podrían detener, pisaba sus talones y no se redimía ante el agotamiento físico que a ella la travesaba.
Con el sudor en su frente, en su espalda y pegando su camiseta, con las piernas comenzando a flaquear y los ojos fijos en su hija, a unos metros más adelante y completamente segura, Becky dio un salto a un contenedor de basura y se detuvo un momento a descansar.
- Vamos, Engfa, dame la mano- ordenó con la respiración agitada a su mejor amiga, que aún la miraba desde el suelo.
- ¿Si quiera puedes darme un poco de agua antes? O vodka, juro que eso me hidratará mejor ¿no tienes un poco en tu bolso? Allí hay espacio...
- ¡Ahora, Engfa! - la apuró tomando su antebrazo y jalándola con ambos suyo. La arrojó sin cuidado a un lado, boca abajo y la pelinegra permaneció de esa manera hasta recobrar el aliento- ¡no puedo creer el tiempo que nos hiciste desperdiciar!
- Cállate, soy tu abogada y puedo enviarte a prisión
- ¿A cuál? - se burló ella y su amiga se puso de pie, deteniéndose a su lado- ya no hay nada. No hay casas, no hay hospitales, no hay animales corriendo y no hay prisiones. Ya no hay hogares para nadie- ambas miraron el camino por dónde habían llegado y notaron lo acertado de esas palabras.
Era el segundo día luego de que gendarmería estableciera cuarentena para todo Bangkok y la noche anterior increíblemente había podido llamar a su mejor amiga, cerciorándose de que el servicio fue viable tan solo por unas horas más. Antes de ser suspendido finalmente.
La había ido a buscar en su automóvil y, hasta ingresar al edificio de Justicia, todo había marchado sin problemas y regresar al coche se había dado igual. Fue cuando atravesó un semáforo emitiendo siempre la señal amarilla que aceleró y se impactó contra otro. A pesar del dolor que apenas rozaba su cadera, habían corrido por más de quinientos metros hasta llegar a donde estaban ahora.
Y desde otros metros más atrás, en el departamento de Sofía, podía asegurar que la mirada de su hija en ellas aún no se despegaba de la ventana. Becky volteó y abandonó el contenedor, observando de reojo a su amiga hacer lo mismo.
- Oye... lamento lo de tu auto- murmuró Engfa caminando a su lado.
- No te preocupes. Podré conseguir otro ahora y sin pagar fortunas- bromeó y ambas rieron hasta llegar a un alto alambrado. Lo miraron un momento, detallando por dónde podrían cruzarlo y, cuando la puerta de un edificio rodeándolas se abrió, fue que de un salto lo treparon y cayeron del otro lado en segundos.
- Ese no corre- dijo Engfa reposando en sus codos y observando al infectado caminar de una punta a otra.
- Freen dijo que solo los primeros minutos lo hacen. Luego caminan, cuando su cerebro se apaga o algo así
- Así que Freen también está aquí eh- jugó su amiga pinchándole las costillas y ella frunció el ceño.
- Es mi esposa aún y la madre de mi hija, por supuesto que quiero que esté aquí- dijo al levantarse y retomar la caminata- Y en lo posible que no se vaya
- Sí, pero continúan con la idea de divorciarse, eso casi ya ni la hace tu esposa- se detuvo con brusquedad y giró a verla. Conocía a Engfa, la conocía desde la Universidad cuando, cada año, los departamentos de Seguridad y Justicia agrupan a dos jóvenes de sus áreas y se les asigna un trabajo en conjunto. Desde entonces, la locura y poca seriedad de la pelinegra se contraponían a su carácter e inexplicablemente a ella le agradaba- ¿qué?