Kriptonita

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Capitulo 8

- Kriptonita, mamá- le había dicho una tarde su hija. A Mon le fascinaba pasar horas frente a la televisión para su dosis diaria de superhéroes. Supergirl y Flash eran sus clásicos favoritos, pero últimamente había algunos nuevos que ella no conocía de pequeña. Algo así como unos tales Vengadores y el chico de la capucha verde, que lanzaba flechas y nunca podía recordar su nombre. De igual manera consideraba que su edad ya no era la adecuada para hacerlo, por lo que su favorita continuaría siendo, como siempre, la chica Maravilla. Y no tenía nada que ver con que su nombre real fuese la Princesa Diana o Freen se hubiese disfrazada de ella una noche de Halloween, antes de tener sexo por primera vez en un lugar lejos de su cama. O quizá sí, tenía que ver por ambas cosas.

- ¿Y yo que dije? - le siguió Becky el juego y la niña dejó de dibujar en la mesa ratona para mirarla, mientras ella terminaba de preparar la cena.

- Dijiste Kriptonita, sí, pero Kriptonita no es la debilidad de Batman

- ¿No? - inquirió fingiendo sorpresa.

- No, es mineral que debilita a Supergirl y le quita sus poderes- aseguró la pequeña y coloreando nuevamente su comic. Becky sonrió, viéndola a lo lejos y continuó cortando verduras.

Si se trataba de algo que debilitaba hasta el hombre más fuerte del mundo, su Kriptonita estaba a unos metros y con crayones en mano.

- ¿Mon?

- ¿Sí?

- ¿Hay una sola Kriptonita? - la niña negó segura con la cabeza y luego realizó un sonido en negación.

- Hay muchas. De todos colores- Ensanchó su gesto de felicidad, justo cuando un automóvil se detenía sobre la vereda y luego se oyó la puerta abrirse- ¡mamá! - exclamó Mon corriendo a recibir a Freen y ella oyó la risa de ambas.

Su segunda Kriptonita había llegado.

- ¿En qué piensas? - oyó en ese momento. Había despertado minutos atrás y, luego de ver a su esposa dormir plácidamente, con el cabello revuelto y con su desnudez apenas cubierta por la sábana color celeste, caminó al cuarto que Mon usó con Sofía y la descubrió abrazada a un pequeño muñeco de felpa con una capa roja. Recordar lo anterior le fue inevitable.

- En ti y en Mon- le dijo y se removió a verla. Freen estaba apoyada en sus codos, boca abajo y le sonreía del perfil que la observaba. Becky dejó una mano sobre su espalda y la deslizó hasta bajo la sábana, hasta detenerla en la parte baja- lo de anoche solo me recordó cuánto las amo. Nadie podría amarlas de la forma en que lo hago yo

- ¿Por qué lo dices? Es algo que sabemos. Puedo asegurarte de que, con sus ocho años, Mon lo sabe

- ¿Y tú? ¿Tú lo sabías? ¿Lo supiste todo este tiempo? - la morena inclinó la cabeza y gesticuló confundida, pero asintió.

- Solo lo dudaba cuando hablabas del divorcio. Estabas tan...firme en esa decisión que creí que seríamos como otros matrimonios, donde inevitablemente se alejan porque la costumbre los agotó

- En un momento me agotó- aseguró ella y regresando la espalda contra el colchón- tú todo el tiempo dentro del laboratorio o de tu oficina y yo en lo mío. A veces ni siquiera Mon nos lograba reunir en verdad

- Pero incluso separadas nuestra llama no se apagó. Es decir... quizá la apagamos, sí pero no la encendimos con alguien más

- Por supuesto que no. No imagino mi vida rehaciéndose o volviendo a empezar con alguien que no seas tú. Es como solíamos decirlo ¿te acuerdas? Es... algo patético, pero....

El ocaso Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora