Capítulo 10 (¿El comienzo?)

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Camille

Me encontraba en mi casa con todas mis emociones perdurando dentro de mí, después de nuestro pequeño intercambio apasionado nos fuimos de la universidad y tal como dijo, me trajo a mi casa.

Stefan con su naturaleza bromista no pudo evitar vacilarme un poco sobre lo que había pasado y yo me despedí lo más rápido que pude de él para entrar a mi casa y refugiarme en ella.

Hacia ya tan solo diez minutos se había ido y mi corazón no paraba de latir de manera acelerado. Tuve que sobar repetidas veces mi pecho y intentar regular mi respiración, sentía que en cualquier momento podía darme un paro cardíaco.

—¿Qué estás haciendo? —alce mi mirada encontrándome con la mirada de extrañeza por parte de Matthew.

Y en cuanto lo vi, todo pensamiento sobre Stefan se esfumó. Y ahora en mi cabeza solo se repetía la misma palabra una y otra vez.

"Mátalo"

—Tú maldito hijo de puta. —rápidamente me puse de pie y me abalancé contra mi primo.

—¡¿Qué te pasa loca?! —grito intentando apartarme.

—Me dejaste a mi suerte.

Lo golpee repetidas veces en la cabeza.

—No te hace mal venir en autobús a la casa, ni que te fueras a morir. —logro quitarme de encima y huyo lo más rápido que pudo.

—Ven aquí, Matthew Fabrizio Zabriskie.

—No, estás loca.

Y durante aproximadamente una hora lo perseguí por toda la casa.

—Tiempo, tiempo. —pidió agitado.

—¿Tiempo qué?

—¿No tienes hambre? Porque yo sí, correr no es lo mío.

—Puedo verlo.

—Tengamos un descanso, después me matas.

Y esta vez le di la razón, mi estomago rugía por tener comida dentro de él.

—Bien, te toca hacer la comida.

—Ayer me toco a mí. —reclamó.

—¿Quién me dejo abandonada?

—Bien, bien. Yo hago la comida.

—Iré a darme un baño, me siento pegajosa.

Asintió.

Subí las escaleras para ir a mi habitación, ingresé en ella y lo primero que hice fue tirarme en mi cama. Al instante se relajaron mis músculos los cuales no sabia que se hallaban tensados.

Mis parpados comenzaron a cerrarse lentamente y estaba a nada de caer en un profundo sueño cuando de repente mi teléfono comenzó a sonar. Maldije por lo bajo, mataría a quien se haya atrevido de arruinar mi pequeño sueño.

A regañadientes me reincorpore para tomar mi teléfono, y conteste sin fijarme de quien se trataba.

—Bueno. —conteste sin muchas ganas.

—¿Así saludas a tu futuro novio? —se escuchó del otro lado de la línea.

¿Futuro novio? ¿Qué? ¿Quién era este tipo?

—¿Eres?

—¿Cómo no puedes reconocer mi voz? —dijo ofendido—. Esto te quita puntos, Camille.

Reconocí la voz en el momento que pronuncio mi nombre.

—Que exagerado, Dieter.

—¿Por qué mi apellido? Creí que ya habíamos pasado esa etapa.

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