Historia del pecado #BlueAwards17

Segundo Acto: Resignación

Todo iba de mal en peor, ya habían pasado meses o eso creía. La depresión la estaba consumiendo, ya nada era como antes, su mundo se caía a pedazos.

La adicción por la cocaína iba en aumento, había entregado su cuerpo y dignidad a Patrick sólo por conseguir un poco de su nieve, aquella que la hacía olvidar todo lo tórrido que ocurría a su alrededor; su padre, él casi no aparecía en casa y siempre temía que algo malo le sucediera, pues las amenazas de muerte hacia él llegaban en cantidades exhorbitantes día con día, eran incontables, ya no sabía que hacer para salir de ése abismo en donde estaba, aunque al estar bajo los efectos de la cocaína las preocupaciones se esfumaban, todo aquello que la atormentaba volvía al  instante en que los efectos de la misma se iban de su organismo, la lucidez se había vuelto su peor enemiga.

No sabía que decisión tomar para saldar sus deudas, o mejor dicho, no supo qué hacer hasta hoy, una idea descabellada había llegado a su mente.

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Si Patrick pedía su cuerpo a cambio de un poco de su nieve, ¿por qué ella no pedía un poco de dinero a cambio de su cuerpo? Ya lo había perdido todo, así que, ya nada le impedía tomar tal acción tan desvergonzada. Sería una mujer que brinda amor falso por un poco de dinero, era lo más fácil por hacer. Que Dios la perdonara, si es que aún no había sido aislada por completo de él.

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Ya tenía medio año vendiendo su cuerpo, aprovechaba su trabajo en el bar para así conseguir clientes, no diría que había sido sencillo porque no lo había sido, había estado con hombres de todo tipo desde tímidos hasta aquellos con manías extrañas, pero todo sea por seguir consiguiendo un poco de su adicción, ya no se acostaba con Patrick y eso ponía furioso al hombre, pero a ella eso realmente le daba igual. Había contactado con los prestamistas de su padre y había saldado algunas deudas, ahora veía lo lucrativo que podía ser su nuevo trabajo.

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Y allí estaba de nuevo, nueva noche, nuevo cliente, esta vez era un hombre de porte serio y algo gruñón, ¡oh! Como le hacía recordar ese cuento de hadas, Blancanieves y los siete enanos, ese hombre le hacia recordar a Gruñón, con su carácter fuerte y altivo, claro está que no era tan bajo como en el cuento, no vestía con gorro de duende y mucho menos tenía una barba larga y blanca, ni vestía un pantalón harapiento marrón ni camisa roja en las mismas condiciones.

Ese hombre era todo lo contrario a lo que la droga que había consumido no hace mucho le hacía ver. De piel blanca, ojos claros, cabello oscuro y una estatura mayor al metro ochenta, vestido de un traje que costaba mas que un mes de su trabajo, sea cual sea de los dos, eso está muy claro.

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Continuó viendo a gruñón, como lo había apodado, ya llevaba más de dos meses brindándole sus servicios sólo a él y ése día no sería la excepción.

—Blanca, acércate por favor, quiero hablar contigo— ¿Gruñón siendo amable? Esto a Bianca le extrañó, pero eso ya no le importaba, la cocaína ya había empezado a hacer sus efectos.

—Dime, ¿Qué sucede, Gruñón?— Él la miró, ya no le extrañaba que le llamara de tal modo, luego de tanto, se había acostumbrado.

—Te amo— Tan directo como siempre, pensó ella.

—Yo no puedo amar a nadie, eso lo sabes muy bien, estoy rota, gruñón— Le dijo ella mientras acariciaba su rostro con una ternura que creía extinta de su ser y veía fijamente sus ojos acuosos.

—Pero yo de verdad— Intentó replicar él, pero ella no lo dejó.

—Yo no puedo vivir feliz para siempre, realmente no puedo— Dijo ella con una sonrisa falsa, tan falsa como su mundo—Por eso no te puedo amar, ni a ti, ni a nadie—