The isle of the lost

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El Rey Bestia declaró el exilio de los villanos por siempre.

Por siempre, como es de saber, resulta ser un tiempo bastante largo.

Más largo de lo que una
princesa encantada puede dormir. Más largo, incluso, que la torre de una doncella apresada con largo cabello dorado.
Más largo que vivir una semana convertido en sapo, y desde luego mucho más largo que esperar a un príncipe para que le devuelva la zapatilla de cristal que perdió la noche del baile.

Sí, por siempre es mucho, mucho, mucho tiempo.

Diez años, para ser específico. Diez años que estos legendarios villanos habían sido atrapados en una prisión flotante de rocas y escombros.

Bien, así que se podría decir que diez años no es tanto tiempo, obviamente, pero para estos; conjuradores y brujas, hechiceros y visires, reinas malvadas y hadas oscuras, vivir sin magia era una sentencia peor que la muerte.

(Y algunos de ellos fueron revividos de la muerte, para ser colocados en esta isla, em... bueno, por si querían saber.)

Sin sus increíbles poderes para dominar e hipnotizar, aterrorizar y amenazar, crear tormentas y relámpagos, transformar y engañar o mentir y manipular en su camino por conseguir
exactamente lo que querían, hicieron de sus vidas lo peor; luchando por vivir, vendiendo y comiendo basura, asustando a nadie más que a sus propios esbirros, y robándose entre ellos mismos.

Era difícil incluso para ellos imaginar que alguna vez habían sido grandes y poderosos, éstos envenenadores de manzanas y ladrones de melodiosas voces bajo del mar, estos usurpadores
de poder y propietarios de espejos petulantes.

Ahora sus vidas eran cualquier cosa menos poderosa. Ahora eran ordinarios. Todos los días.

¿Podría decir? aburridas.

Así fue con gran entusiasmo y no poca fanfarria que los habitantes de la isla se reunieron para un evento único en su tipo: la perversamente maravillosa fiesta de cumpleaños de una princesa de seis años de edad. Perverso siendo un término relativo, recordemos que bajo la barrera se albergan un montón de antiguos villanos sin poderes.

En cualquier caso, la fiesta lo era.

Fue la más magnífica celebración de la remota isla y la que sus ciudadanos desterrados habían visto jamás, la historia de su gótica grandeza y odiosa opulencia sería contada en los próximos años.
La fiesta sería como todas las fiestas, esta espléndida ocasión transformó el decadente bazar y sus podridos escaparates del centro de la isla en un lugar espectracular, lleno de linternas fantasmales y velas encendidas.

Semanas antes, una bandada de buitres había rodeado el lugar, dejando caer las invitaciones en cada decadente puerta y cobertizo para que cada sucio pilluelo de todos los rincones de la isla fuera capaz de participar en este evento
encantador y extraordinario.

Cada pequeño pilluelo en la isla, es decir, a excepción de una pequeña hada malvada.

Si su invitación se la llevó el viento y fue desgarrada o devorada por los hambrientos buitres, o algo peor, nunca, incluso si fue guiada por aquel torbellino hacia el reino, como se sospechaba, nunca lo sabremos.

Pero el resultado fue el mismo.

Sobre el tumultuoso bazar, en lo alto de su balcón del castillo, de seis años de edad, Mal apretó los mechones de su grueso cabello púrpura y frunció los labios mientras observaba como se divertían en la oscura y deliciosa fiesta. Qué maldad podría hacerles, a su corta edad.

Descendientes: la Isla de los perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora