Un astuto ladrón...

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Si Mal vivía encima de una tienda, Jay, hijo de Jafar, vivía literalmente dentro de una, dormía en una alfombra gastada debajo de un gastado estante de televisores antiguos con discos manuales, radios que no funcionaban, y teléfonos con largos cables unidos a ellos.

Su padre había sido el ex gran visir de Agrabah, temido y respetado por todos, pero eso fue hace mucho tiempo, y ahora el malvado mago era el dueño de una tienda de desperdicios y Jay, su único hijo y heredero, era también su único proveedor.
Si el destino de Jay había sido alguna vez convertirse en un gran príncipe, sólo su padre lo recordaba.

–Deberías estar sentado sobre un elefante, guiando un desfile, saludando a tus súbditos–gritó Jafar,aquella mañana mientras Jay se prepara para la escuela, colocándose un gorro rojo sobre su largo cabello y oscuro, la elección de su atuendo habitual era púrpura y chaleco de cuero amarillo y jeans oscuros.

Flexionó sus trabajados músculos mientras se ponía sus guantes negros con púas.
–¡Lo que digas! Padre– dijo Jay guiñándole un ojo con una sonrisa pícara. –Trataré de robar un
elefante, si encuentro alguno.

Jay era un príncipe, por si las dudas.

El príncipe de los ladrones, un estafador y un farsante, cuyas mentiras eran tan hermosas como sus oscuros ojos. Caminó a través de las estrechas calles empedradas, esquivando un coche manejado por la tripulación del temerario profesor Ratigan,se aprovechó de aquellos temerosos pasajeros escondiéndose bajo los pesados tendederos llenos de los andrajosos atuendos y las chorreantes capas para robar una billetera o dos.
Úrsula lo echó lejos de tienda de pescados y papas fritas, pero antes de eso se las había arreglado para tomar un puñado de grasientas papas fritas, y se tomó un momento para admirar una colección de jarras de plástico de todos los tamaños y formas ofrecida por otra tienda al frente, preguntándose si podría encajar en uno de sus bolsillos.

Cada pieza de basura en Auradon se reciclaba y reutilizaba en la isla, desde bañeras hasta manijas, así como los propios cachivaches de los anteriormente mágicos villanos.

Una tienda anunciaba ESCOBAS USADAS QUE NO VUELAN MÁS PERO LIMPIAN MUY BIEN,y bolas de cristal que solo eran buenas solo como peceras hoy en día.

Mientras los vendedores colocan fruta podrida y verduras estropeadas en las maltrechas tiendas de campaña, Jay robó una manzana magullada y le dio un mordisco, sus bolsillos iban repletos de tesoros robados. Saludó alegremente a un coro de brujas de nariz ganchuda reunidas en un balcón, eran las nietas de Madame Mim, que, a pesar de encontrarse muy lejos de sus pegajosos dedos, se desmayaron ante su saludo.

Los secuaces de Maléfica, grandes hombres - jabalí vestidos con cuero y con familiares gorras estilo aviador puestas hacia abajo sobre sus ojos,resopló un hola casi ininteligible mientras pasan a sus labores. Jay tomó hábilmente sus gorras sin que lo noten y empujó hacia abajo la parte trasera de sus pantalones, planea vendérselos de nuevo al día siguiente, como lo hacía cada semana. Pero se resistió a la tentación de hacerlo. Simplemente no había tiempo para hacer todo en un día.

Buscando algo para quitar el sabor amargo de la manzana, Jay vio una cara familiar tomando un sorbo de un vaso de papel con el logotipo Slop Shop y sonrió.

Perfecto.

–¡Por el nombre de Lucifer!–Gritó Mal, mientras su copa desaparecía de sus dedos. Ella vaciló un segundo antes de darse cuenta de lo que pasaba.
–Devuélvemelo, Jay– dijo, con las manos en las caderas, caminando hacia su dirección.
Él rió. Le gustaba ver a Mal enojada. –Hazme.

–¡Jay!– Gruñó.–¿Hacerte qué? ¿Un moretón? ¿Sangrar? ¿Implorar? Y la elección de ladrón es...–

–Bien. Caramba.–dijo mientras se escabullía entre las sombras.–Mmm, barro caliente batido, mi favorito.–Dijo devolviéndole la taza, la sensación nostálgica.

Descendientes: la Isla de los perdidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora