Una hermosa princesa

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En el Castillo al Otro Lado del Camino vivía un dúo de madre e hija muy diferente a Maléfica y Mal. A diferencia del lamentable y victoriano Castillo de las Ofertas, éste estaba lleno de hollín y polvo, con candelabros rotos y telarañas en las esquinas.

No era tanto un castillo, era como una
cueva, o como una prisión dentro de la prisión de la isla. Y durante diez años, esta madre y su hija sólo se tenían la una a la otra para acompañarse.

El destierro hasta el otro lado de la isla había hecho que la Reina Malvada se vuelva un poco rara, y Evie no podía dejar de notar cómo su madre insistía en hacerle preguntas a su legendario "Espejo mágico."

–Espejo de mano, dime una cosa, ¿quién del reino es la más hermosa?–Pregunto la Reina Malvada, mientras Evie se preparaba esa mañana.

–Mamá, no tienes nada en las manos. ¿Y de verdad no te preocupa otra cosa? ¿El desayuno por ejemplo?–Preguntó Evie, muriéndose de hambre.
Ella examinó los alimentos de ese día,
duros croissants y café aguado de la cesta que los buitres dejaban es su puerta todos los días.

–Tu hija tiene gracia y belleza, pero debe cuidar mejor de su cara para ser la más hermosa.– Dijo la madre en tono sombríos o como ella lo llamaba,su voz de "Espejo mágico."

Más encantadora, más bonita, más hermosa. El cabello más grueso, los labios más anchos, la nariz más pequeña.
Todo eso le preocupaba a su madre. La Reina Malvada culpó a todos sus problemas el no ser más hermosa que Blancanieves, y parecía no importar lo bien que Evie se acomodaba el cabello o se ponía maquillaje, nunca sería lo suficientemente bella para su madre. Y eso hacía que el hermoso estómago de Evie se enferme a veces.
Así como madre, debe ser la hija,o como siempre ella decía.

La manzana envenenada nunca cae lejos del árbol.

Y aunque Evie sospechaba que podría haber más en la vida que ser hermosa, eso era algo que jamás podría decirle a su madre. La mujer tenía una mente de un solo camino.

–No te pones suficiente rubor. ¿Cómo vas a conseguir un apuesto príncipe, luciendo así?–Le regañó su madre, pellizcando sus mejillas.

–Como si en la isla hubiese alguno.–Dijo Evie, que obedientemente sacó su compacto y se volvió a aplicar. No había príncipes en la isla, todos los
príncipes vivían en Auradon ahora. Ahí es donde vivían todos los de la realeza, y ahí es donde debe ella vivir también. Pero era así. Al igual que su madre, ella quedaría atrapada en la Isla de los Perdidos para siempre.

Evie observó el espejo del pasillo por última vez y se ajustó la capa azul alrededor de sus hombros, la parte trasera tenía bordada una corona.
Su collar, veneno para el corazón, rojo resaltaba entre los pliegues azules en tonos suaves.Su andrajosa falda negra con manchas de pintura roja, blanca y azul combinaba a la perfección con sus leggins con un diseño de bosque en blanco y negro.

–¡Tu cabello!–Dijo la Reina Malvada muy
desesperada, metiendo un mechón suelto de nuevo a la trenza en V de su hija, que barría con todo el cabello de su frente. –Bien, ahora ya estás lista.

–Gracias, mamá–dijo Evie, cuyo único objetivo era sobrevivir el día. –¿Crees que es seguro que deba ir a la escuela?

–¡Nadie puede guardar rencor por diez años! Además, nos hemos quedado sin crema anti arrugas. Debes ir a comprar más en el bazar, no confío en los buitres para enviar la correcta.

Evie asintió y esperaba que su madre tenga razón.

Pero cuando ella cruzó las puertas del castillo, se congeló. La maldición de Maléfica hizo eco en sus oídos. Pero no pasó nada, entonces siguió su camino. Quizás, por primera vez, la vieja hada
malvada había olvidado del embrujo.

Descendientes: la Isla de los perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora