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Supe lo que iba a pasar desde el día que aquellos hombres subieron la montaña, el día que aquél soldado me ofreció una manta para encontrar a un niño al que esperé ser capaz de ayudar, las sombras me advirtieron desde que colocaron un pie en mi hogar que eran peligrosos, que aquél hombre que se había mantenido al margen era quién en realidad les lideraba y al dar mi respuesta al paradero del pequeño, supe que él regresaría por más respuestas.

Las sombras me contaron sobre su plan, sobre las intenciones que guardaba en su mente, sabía mejor que aquellos que están a su lado que la muerte de ese niño le hacía sufrir y que ese sufrimiento lo haría capaz de hacer más cosas de las que el mundo le había visto hacer.

Supe desde el momento en que regresó a la montaña de las sombras, que sin importar cuanto me escondiera, daría vuelta al mundo con tal de encontrarme, por ello a pesar de saber los talentos de cada uno de los hombres que le seguían permanecí firme y le enfrente tratando que entendiera que no podía ayudarlo.

Mis ojos se abren encontrando sólo oscuridad, al parecer creen que vendarme los ojos impedirá saber dónde estoy, me encuentro sentada en una silla muy bien conservada de madera, mis manos se encuentran a mi espalda encadenadas al respaldo, mientras que mis piernas se encuentra cada una atada a las patas, mi boca tiene una mordaza de la que escurre mi saliva, debo llevar tiempo con ella puesta al percibir el charco que se ha formado en el suelo.

Levanto la cabeza con cautela estoy en una celda, las sombras me dicen que estoy sola y que no hay nadie cerca , pensando en su forma de gobernar es entendible, puesto que el rey de Lot pocas veces perdona a quién se equivoca.

Mi cabeza duele, pero las sombras no me fallan cuando las uso para librarme de las cadenas, con torpeza me quito la venda de los ojos y la mordaza, consiguiendo que mi mandíbula descanse después de quién sabe cuánto tiempo, no estoy a salvo en este lugar, pero no creo que pueda escapar tan fácilmente.

Las sombras pasean por los bordes de la celda, hay una barrera de energía, si la atravieso alguien se alertará, así que decido ver mis opciones, las barreras de energía son superficiales, mientras que las sombras están presentes en cualquier lugar al que la luz no le pueda alcanzar.

Con menos gracia de la que puedo demostrar me siento en el suelo y hago que las sombras se filtren por piso de piedra, veloces recorren los pasillos mostrándome lo que en ellos se esconde, es una mazmorra de dos niveles, me encuentro en el nivel inferior, todas las celdas están vacías y alguien se acerca a la mía.

Abro los ojos a tiempo para ver al mismo hombre que me disparó el dardo que me debilitó al punto de perder la consciencia, cuidadoso deja un cuenco con un líquido dentro de la celda a través de las verjas, retrocede un paso y me mira fijamente.

―El veneno debería dejar tu cuerpo pronto―Dice con tranquilidad―. Este antídoto te ayudará a purgarlo más rápido.

Miro el cuenco en el suelo, me acerco lentamente hasta tomarlo, huelo su contenido y luego lo derramo en el suelo sin abandonar sus ojos.

―También debería hacerme más sumisa―Aseguro arrojando el cuenco al otro lado de la celda―. Supongo que piensas que el drogarme ayudará al rey a cumplir su objetivo.

―Intento que no te lastime en el proceso―Admite con sinceridad.

―Me resulta curiosa tu intención―Aseguro alejándome de las rejas―. Después de todo es tu acto de simpatía el que me puso en esta celda.

―El rey te hubiese capturado usando la fuerza―Afirma sin titubear.

―El rey me hubiese matado usando su fuerza―Corrijo sorprendiendo al hombre ante mí.

Legado de Fuego y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora