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Querido Chile:
Hoy la profesora de Malvinas le dio su primer encargo en Literatura: escribir una carta a alguien que ya no está. Como si la carta pudiera llegar al cielo o a una oficina de correos para espíritus. La idea me llamó la atención y decidí hacerlo. Probablemente ella quería que le escribieran a alguien como un ex-presidente o algo por el estilo, pero necesito a alguien con quien conversar. No puedo hablarle a un presidente. Puedo hablar contigo.
Me gustaría saber dónde estás ahora y por qué te marchaste. Tú eras el mejor pintor del mundo. Desde que te fuiste, es difícil ser yo mismo, porque no sé exactamente quién soy. Pero ahora que han comenzado las Juntas de ONU, necesito averiguarlo realmente rápido. Porque sé que, de otra manera, podría perderme aquí.
Tuyo, Canadá.
Dejó de lado su bolígrafo e inmediatamente dobló aquel papel. Ni siquiera quería releerlo, no se sentía digno. Porque siempre lo observó desde la sombras y jamás se molestó por intentar hablarle o ayudarle.
También se sentía hipócrita, ¿estaba haciendo esto porque realmente se arrepentía o sólo era para quitarse la culpa de encima?
──Can, ya está listo tu café.
Estados Unidos interrumpió sus pensamientos fatalistas entrando a la habitación y básicamente le puso la taza en su cara. Optó por darle una sonrisa nerviosa y tomó aquel objeto dando las gracias.
──¿Qué es eso que tienes ahí?── Señaló el trozo de papel doblado que había tratado de esconder.
──Uh, una carta . . . para alguien.
Quiso actuar normal pero era demasiado evidente que estaba ocultado algo, aún así, USA estaba poco y nada interesado por ese asunto. Ahora tenía otras cosas en mente, seguramente preguntaría más tarde──Bien. Tengo que irme, vuelvo para la cena── Sin nada más para decir se retiró.
El canadiense no bajó la guardia hasta que escuchó la puerta cerrarse. Suspiró aliviado, casi se moría.
──D-Debería tirar esto . . .
Maldecía a la profesora de Malvinas.
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