La búsqueda de respuestas
David Quiroga no podía soportar ver a su hijo Tomás sufrir. La fiebre no cedía y el chico estaba cada vez más débil. Decidió salir a buscar ayuda, cualquier ayuda que pudiera encontrar. Caminó por las calles desiertas de Villa Elisa, pasando por delante de casas cerradas y gente que se escondía en las sombras. La sensación de que algo oscuro y siniestro acechaba en cada rincón lo acompañaba.
Llegó a la casa de Doña Rosa, la mujer que había estado advirtiendo a todos sobre el agua contaminada. La encontró en su vereda, mirando con ojos tristes hacia la calle, como si esperara algo terrible.
—Doña Rosa, por favor, necesito su ayuda —dijo David, con la voz quebrada por la desesperación—. Mi hijo está muy enfermo y no sé qué hacer.
Doña Rosa lo miró con compasión y lo invitó a entrar. Le dio un vaso de agua de su pozo y le dijo que era la única agua segura que quedaba en el barrio. David notó que la casa de Doña Rosa estaba preparada, con botellas de agua y provisiones acumuladas. Ella había estado esperando esto.
—¿Sabe qué está pasando acá? —preguntó David, con la urgencia en sus palabras—. ¿Por qué el agua está contaminada?
Doña Rosa suspiró y se sentó en una silla.
—Mirá, David, no lo sé con certeza —dijo, bajando la voz—. Pero creo que esto no es un simple accidente. Acá hay gato encerrado, ¿entendés?
David se sorprendió, un escalofrío recorriéndole la espalda.
—¿Qué quiere decir con eso?
Doña Rosa se inclinó hacia adelante, su voz bajando a un susurro conspirativo.
—Creo que el gobierno está detrás de esto. Nos están envenenando el agua a propósito. Y no lo hacen por joda, lo hacen para reducir la población.
David sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
—¿Pero por qué harían algo así?
—Para tapar algo peor —continuó Doña Rosa, sus ojos reflejando un miedo profundo—. Algo que no quieren que nadie se entere. La gente está muriendo y ellos lo están permitiendo. No les importa un carajo el sufrimiento de la gente común.
David se quedó sin aliento. ¿Qué podía ser peor que el agua contaminada? ¿Qué horrores se ocultaban tras las acciones del gobierno? La paranoia y el terror comenzaban a apoderarse de su mente, mientras intentaba asimilar la magnitud de lo que Doña Rosa estaba sugiriendo. ¿Estaban todos en Villa Elisa destinados a ser sacrificados por un plan macabro?
De repente, un ruido extraño los interrumpió. Provenía de la calle. David y Doña Rosa se asomaron a la ventana y vieron a un grupo de personas, con miradas vacías y comportamientos erráticos, deambulando sin rumbo. Era como si algo los hubiera vuelto locos. La luz de la luna iluminaba sus rostros pálidos y sus ojos desorbitados.
—¡Mierda! —exclamó David—. ¿Qué les pasa a esos tipos?
—Es el agua —dijo Doña Rosa, con voz temblorosa—. Está afectando a todos de maneras diferentes. Algunos se enferman, otros se vuelven... así.
David sintió un nudo en el estómago. La situación era peor de lo que imaginaba. El miedo y la desesperación lo consumían mientras pensaba en su hijo, solo en casa, vulnerable a la locura que se apoderaba del pueblo.
—¡Rápido, cerrá las ventanas! —susurró Doña Rosa, agachándose—. No hagas ningún ruido. No queremos que nos vean.
David se movió con rapidez, cerrando las ventanas y asegurándose de que no se filtrara ninguna luz. Se escondieron detrás de los muebles, conteniendo la respiración. Afuera, los gritos y gemidos de los infectados llenaban el aire, una sinfonía de horror que prometía no tener fin.
La paranoia y el terror se hacían cada vez más intensos. En la penumbra de la casa de Doña Rosa, David se dio cuenta de que estaban en medio de una pesadilla de la que quizás no habría escapatoria. La realidad se había vuelto una distorsión de miedo y desesperanza, y cada minuto que pasaba sentía más la urgencia de regresar a su casa, a su hijo, y protegerlo de la oscuridad que se cernía sobre Villa Elisa.
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Los Condenados
HorrorAño 2048. La Plata, una ciudad vibrante en el pasado, ahora es un infierno post-apocalíptico. Un virus ha convertido a sus habitantes en zombis lentos y repulsivos, con la piel cayéndose a pedazos y vomitando bilis. La vida es una lucha constante po...