El ambiente en el shopping estaba cada vez más pesado, como si el aire mismo se estuviera llenando de la paranoia que todos sentían. Habían pasado unas horas desde el último susto, pero nadie se atrevía a relajarse. Sabían que el tipo ese, el homeless loco, seguía rondando por ahí. No sabían qué podía hacer, pero algo en sus ojos les había dicho que no estaba nada bien.
David se despertó sobresaltado cuando escuchó un ruido fuerte, un golpe seco que retumbó en las paredes. Mariana, que estaba a su lado, lo miró con los ojos bien abiertos, como si estuviera esperando que él supiera qué hacer.
-¿Qué fue eso? -murmuró, su voz temblando.
-No sé, pero no me gusta un carajo -respondió David, levantándose con cuidado.
Andrés, que estaba más cerca de la entrada, se asomó con la linterna apagada, tratando de escuchar algo más allá del silencio. De repente, el hombre apareció de la nada, lanzándose sobre él con una furia descontrolada. Andrés no tuvo tiempo de reaccionar; el homeless empujó a Andres con una fuerza sorprendente, y ambos cayeron al suelo enredados en una pelea.
-¡Mierda! -gritó David mientras corría para ayudarlo, pero el tipo se movía como un animal acorralado, lanzando golpes y patadas a lo loco.
Mariana gritó, agarrando a Tomás para protegerlo, mientras la vieja Rosa se hacía un ovillo en un rincón, rezando en silencio.
David y Andrés finalmente lograron dominar al tipo, pero no antes de que este se revolviera con tal fuerza que los hizo retroceder. Con un último esfuerzo, el homeless se liberó y salió corriendo hacia la oscuridad, desapareciendo entre las tiendas.
-¡No, no podemos dejarlo ir! -gritó Andrés, levantándose como podía, pero ya era demasiado tarde. El tipo había escapado.
-Dejalo, dejalo -dijo David, respirando con dificultad-. Ahora este lugar es nuestro. No podemos estar persiguiéndolo por todo el shopping, es un riesgo innecesario.
El grupo quedó en silencio, recuperando el aliento mientras intentaban procesar lo que acababa de pasar. Diego, que había estado inconsciente durante la pelea, comenzó a moverse un poco, mostrando los primeros signos de mejoría.
-Che, Diego está despertando -dijo Danae, visiblemente aliviada.
Con el paso de los días, Diego fue mejorando poco a poco. El ambiente en el shopping seguía siendo tenso, pero al menos ahora tenían algo de control sobre el lugar. Decidieron empezar a pintar carteles en grandes pedazos de cartón que encontraron en una tienda de suministros. Con pintura roja, escribieron en letras grandes: "SOBREVIVIENTES AQUÍ". Colocaron los carteles en las ventanas, con la esperanza de que alguien los viera desde afuera.
Para su sorpresa, todavía había señal satelital en algunos de sus celulares, y pudieron enviar mensajes de ayuda. Pero sabían que eso no duraría mucho. De a poco, la luz comenzó a fallar, apagándose en distintas secciones del shopping hasta que quedó solo la penumbra. Luego vino el anuncio en la tele.
"Último comunicado de las fuerzas militares: debido a la extensión del virus, se procederá al corte total de energía en las zonas afectadas. Manténganse seguros y eviten el contacto con el agua. Dios los proteja."
Y con esas palabras, la pantalla se apagó, dejándolos en la oscuridad total. Solo les quedaban algunas velas que habían encontrado en una tienda de decoración. Las encendieron, esparciendo una luz tenue y vacilante que apenas rompía las sombras.
-Estamos solos -murmuró Rosa, abrazando a Mariana-. Tenemos que esperar a Ana, no hay otra.
El tiempo pasaba lento, y mientras tanto, el hijo de David empezaba a mejorar. La fiebre había bajado, y aunque Diego seguía débil, al menos ya no estaba al borde de la muerte.
Entre charlas a la luz de las velas, empezaron a juntar las piezas. Se dieron cuenta de que el virus realmente estaba en el agua contaminada, y que el aire todavía no era un peligro. Rasguños, mordidas... nada de eso parecía ser una amenaza por ahora. Pero sabían que cualquier cosa podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos...
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Los Condenados
HorrorAño 2048. La Plata, una ciudad vibrante en el pasado, ahora es un infierno post-apocalíptico. Un virus ha convertido a sus habitantes en zombis lentos y repulsivos, con la piel cayéndose a pedazos y vomitando bilis. La vida es una lucha constante po...