Juanjo llega al recinto a las nueve. Llega muy pronto, antes incluso de que muchos de sus compañeros aparezcan. Es normal; nadie está usando el pabellón en ese momento, la competición comienza a las diez. Realmente solo le interesa ver a Martin, pero no quería llegar tarde e, igualmente, se había despertado a la vez que él.
Toma asiento lo más cerca que puede, aprovechando su puntualidad para asegurarse un buen sitio.
Deja pasar el tiempo mientras espera a que el pabellón se llene, poniéndose al día con todos sus mensajes sin contestar y revisando sus redes. Se asegura que su entreno comienza por la tarde y que no hay ninguna incompatibilidad de horarios, como ya revisó la noche anterior, solo por evitar sustos. Aunque una parte de él sabe que le costaría mucho levantarse antes de que el vasco acabase de actuar.
No ha avisado a Martin de que estaría ahí. Le había dicho que, casualmente, su entreno comenzaba a la misma hora que el evento y se marchó por su cuenta en transporte puesto. No sabía si lo reconocería entre las miles de caras desconocidas que lo observarían en unas horas, juzgando minuciosamente cada uno de sus movimientos. Mentiría si dijera que no le importa, porque su objetivo principal es brindarle apoyo. Pero sabe que, en el fondo, también se muere de ganas de ver todo lo que ha oído sobre su rutina y su talento con sus propios ojos.
Las horas pasan dolorosamente lentas hasta llegar las doce. Disfruta las actuaciones del resto de países, pero no puede evitar sentirse nervioso por Martin. Quiere asegurarse de que todo sale bien. La idea del chico derrumbándose en cuanto pise la intimidad de su habitación compartida le aflige más de lo que le gustaría admitir.
Cuando anuncian a Martin, Juanjo se deja la garganta animándolo. Sale a la pista con el mismo traje granate que le vio puesto ayer, y un maquillaje precioso que lo acompaña a la perfección. Parece un muñeco. Uno de los caros y bonitos, que da reparo usar para jugar por miedo a que se manche.
Se coloca en una esquina, en posición para comenzar, y manda una leve señal hacia el hombre que lleva la música. Solo en ese instante sus ojos se conectan, y Juanjo puede ver a la perfección como su expresión se ilumina cuando lo reconoce. No tarda en contenerla, adoptando después una expresión de profesionalidad admirable.
Los próximos tres minutos son magia, y Juanjo no puede apartar la mirada de su figura danzante.
(...)
Las primeras notas de Nadadora resuenan por todo el pabellón, proyectadas por el altavoz. Es una de sus canciones favoritas, de una banda de su tierra. Había crecido escuchándola y creando bailes al ritmo tranquilo de su música, cuando convertirse en un gimnasta olímpico no era más que un sueño infantil.
Comienza la rutina con una seguridad inquebrantable en el pecho. Realiza las acrobacias que tiene grabadas a fuego, sin ni un margen de error. Pero también se permite dejarse llevar, sintiendo la música a través de sus movimientos poniendo toda su energía en acompañarla no solo en cuerpo, sino también en alma.
Escucha la canción con atención, pues la necesita como guía para cuadrar cada uno de los elementos de su rutina. No es capaz de bloquear la letra, que parece hablarle directamente para cantarle un secreto aún por ser revelado.
No puede evitar, mientras se tira por el suelo y se alza en el aire, pensar en todo lo sucedido durante esos últimos meses. El mismo título de la canción parece reírse en su cara, escogido tantos meses antes de que cierta persona del mismo oficio apareciera en su vida para revolucionarla al completo. Le parece curiosa la forma en que actúa el destino.
Es consciente de su mirada sobre él durante cada segundo que pasa en la pista. No se atrevió a invitarlo por miedo a que esto lo entorpeciera, pues ya se había habituado a los nervios incontrolables que se apoderaban de él cada vez que tenía al chico cerca. Sin embargo, se da cuenta de que su presencia le causa el efecto contrario. Pisa con más seguridad y se mueve con determinación, dándolo todo para que el chico que lo espera en la grada pueda ver lo mejor de él. Siente que se eleva, y sabe que parte de eso es causado por los sentimientos que el mayor le hace florecer en el pecho.
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equilibrio
FanfictionJuanjo y Álvaro llevan soñando desde niños con representar a España en las Olimpiadas, en las disciplinas de natación y gimnasia respectivamente. Y, sobretodo, sueñan con poder hacerlo juntos. Cuando el recién llegado Martin se hace un hueco en el...