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Sus piernas fueron separadas bruscamente por esas delgadas manos que habían estado acariciando su cintura segundos antes, el contraste entre la delicadeza y la rudeza con que el mayor lo trataba le volvía loco

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Sus piernas fueron separadas bruscamente por esas delgadas manos que habían estado acariciando su cintura segundos antes, el contraste entre la delicadeza y la rudeza con que el mayor lo trataba le volvía loco.

Han deslizó las puntas de sus dedos por la piel de sus muslos, recorriendo la totalidad de ellos y apretando de vez en cuando, sentía quemarse ante cada toque, su cuerpo estaba cada vez más sensible. Los labios ajenos comenzaron a repartir besos húmedos desde su pelvis hasta su pecho, dejando mordidas a su paso y trazando líneas irregulares con su lengua, creando sonidos vergonzosos y obscenos mientras subía por su cuello, delineó el contorno de su mandíbula para finalmente llegar a sus labios, y justo antes de que pudieran unirlos...

— ¡LEE MINHO! ¡Son las tres de la tarde! ¡¿Qué piensas dormir todo el día?!

Caracoles, rayos y centellas.

— Una mierda, deja dormir, Kim.

— ¡¿No te fueron suficientes trece horas?! Tu mamá pensaba que te habías muerto.

MinHo solamente se giró en la cama, acomodó su cobija y se volvió a recostar.

— Interrumpiste mi sueño, largo, necesito ver si puedo continuarlo.

— Bueno, supongo que tu sueño es más importante que hacer el trámite de la uni.

Santa, jodida, maldita mierda.

Se levantó tan rápido que, por un momento, solamente podía ver estrellas y el piso dando vueltas, saltarse comidas era lo peor que podía haber hecho.

— No recordaba que era hoy — dijo una vez logró estabilizarse.

— Sí, se nota — respondió SeungMin con obvio fastidio —, ¿qué estabas soñando?

— Te cuento luego, voy a bañarme, saca un bóxer del cajón y checa si están mis papeles completos en la carpeta azul del escritorio.

— Sí, su majestad, ¿qué más necesita? ¿Le lavo el cabello también? ¿Le lavo la espalda? Aquí su fiel lacayo está dispuesto a servirle.

— Por favor, ¿sí? — hizo un puchero en dirección a su amigo, él siempre le decía que, lejos de dar ternura, le causaban pena ajena.

— Con tal de que no vuelvas a hacer eso. Apúrate, si no salimos antes de las tres y treinta, te voy a hacer un piercing en la oreja y verás cómo reacciona tu madre.

Un piercing sonaba tentador, le daría un toque más cool.

Oh, pero Han era más de gente tierna.

— No, no son lindos y al señor Han le gusta que yo me vea lindo.

El silencio que se formó en la habitación era letal.

— ¿Qué?

— Eso, un piercing me haría ver más sexy, no sé, atrevido o algo así, y no le gustaría a mi terroncito de azúcar.

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