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•Sábado 29 de junio de 2012

Alondra lamentaba que Rai no fuera como el resto de sus amigos, a quien podía ver en el colegio y los fines de semana siempre que quisiera. Si Rai tuviera un padre más flexible, ellas podrían pasar todas las tardes juntas e incluso dormir en la misma cama. ¿No sería divertido ver películas hasta tarde y luego dormirse cuando el sueño les ganara?Lamentablemente, esa realidad no podía ser más que lejana.

Alondra, desde que había descubierto que Rai iba ahí la mayoría de las noches y su primer encuentro no había sido una simple casualidad, había hecho todo lo posible para mantenerse despierta en la espera de su amiga, pero la práctica para ella era por mucho imposible: necesitaba dormir.

Ella haría todo lo posible para, llegado el viernes, mantenerse despierta hasta la llegada de Rai. Sin embargo, al día siguiente tendría tanto sueño, que no podría esperarle por segunda noche consecutiva, pues se dormiría antes de siquiera poder intentarlo. Y ni siquiera hablar del domingo por la noche. Puesto que Alondra tenía clases al día siguiente, era imposible para ella permanecer despierta hasta tarde. Ya lo había hecho una vez y había recibido un regaño de su maestro por dormirse durante la clase. Y si Alondra quería su PS2, ella no tenía permitido tener ese tipo de fallos.

Así que ahí estaba ahora, pellizcándose a sí misma luego de una semana infernal de clases mientras intentaba no dormirse en la espera de la menor. Sus ojos comenzaron a cerrarse mientras observaba por el cristal y, cuando los abrió sobresaltado luego de unos minutos de dormitar, el cansancio la abandonó en un santiamén al ver a aquella niña de pie ahí.

Abrió su ventana con apuro y sonrió soñadoramente mientras se deleitaba con su voz. Valía la pena dormir menos con tal de escucharla.

Sin embargo, no dejaba de preguntarse, ¿cómo
Rai podía mantenerse despierta sin ningún problema? Esa niña era, sencillamente, tan extraña.

Se inclinó sobre el marco, sacando su cabeza y la mitad de su cuerpo para poder percibir mejor el suave canto de su amiga, pero se devolvió en un santiamén cuando una brisa fría la golpeó. ¿Cómo diablos aquella chica podía estar afuera con ese frío?
Alondra se abrazó a sí misma mientras comenzaba a temblar, pues la ventana abierta había permitido que el calor dentro de esas cuatro paredes se extinguiera.

—¿Estás bien? - Preguntó la pequeña cuando terminó de cantar, mirándo a la mayor con inocencia.

—¿Lo estás tú? -Alondra estaba arrugando el rostro - ¡Vas a enfermarte si pasas la noche ahí! ¿Acaso no tienes frío?

Rai frotó su brazo, encogiéndose en su sitio.
Por supuesto que ella tenía frío también; probablemente esa era la noche más fría del mes.
No obstante, era consciente de que debía permanecer ahí en caso de que su madre viniera, por lo tanto no se iba a permitir ser débil.

Alondra entrecerró sus ojos, mirándola severamente ante de su silencio. Reuniendo toda su fuerza de voluntad, se encaramó por la ventana y saltó de esta para dirigirse a su amiga. Rai protestó en voz baja cuando aquella chica tomó repentinamente su mano para arrastrarla hasta la ventana.

—Ven, vamos a esperar adentro - Rai agitó la cabeza, negándose rotundamente. - ¡No dejaré que te quedes aquí!

—¡Pero mamá puede venir!

La mayor apretó sus dientes, mirándola con enojo.
¿Qué tanta mala suerte debía de tener Rai para que justo esa noche su madre decidiera aparecer mientras ella no estaba? Volvió a entrar por su ventana, revisando sus pertenencias. Rai asomó su cabeza por el marco mientras intentaba descifrar qué planeaba ahora.

-Listo -Alondra escribió rápidamente en una nota adhesiva y regresó a la ventana. -Toma, pégalo en el poste - Rai tomó la nota delicadamente, intentando no arruinar el pegamento. Su mirada se llenó de entendimiento al leer el mensaje. - Así, si tu mamá viene y no te ve al menos verá la nota y sabrá que estás aquí. Pégala y entra, ¿si?

Rai asintió, yendo rápidamente hasta el poste para pegar la nota. Regresando hacia la ventana, sus pasos se volvieron más vacilantes y finalmente apartó la mirada. Alondra inclinó su cabeza mientras la miraba de manera interrogante.

-¿Qué? - Quiso saber.

—¿Está bien que entre, Alo? -Su voz salió con timidez. -Si tus padres me encuentran, ¿qué les diremos? ¿Y si ellos van con papá y le hablan de mí? -Volvió a mirarla, nerviosa.

-Los fines de semana nos levantamos más tarde, si sales de casa antes de ello, no habrá problema -Sonrió al final, intentando transmitirle confianza.
-Intentémoslo, ¿sí? Estaré pendiente de ello y te esconderé si es necesario.

Rai aguantó la respiración y asintió; simplemente le era difícil negarse si Alondra la miraba de aquella forma. Apoyó sus manos en el marco, impulsándose para entrar. Alondra se sintió extrañamente emocionada cuando aquella niña puso sus pies por primera vez en su cuarto.

-Bienvenida -La sonrisa se volvió más ancha en sus labios. -Quítate los zapatos y ven a la cama,
¿de acuerdo?

La menor presionó sus labios cuando vio a la de lentes cerrar la ventana para luego escabullirse a toda velocidad bajo las sábanas, en busca de calor. Quitándose sus zapatos, caminó insegura hasta su amiga.

-Vamos, entra. -La animó, levantando las sábanas para invitarla a recostarse a su lado. Rai aguantó la respiración mientras obedecía. -Mucho mejor, ¿no? - Y acomodó las mantas para asegurarse de que la niña estuviera bien cubierta.

-Sí... gracias -Susurró, sintiendo sus mejillas enrojecer. ¿Por qué se sentía tan avergonzada?

—No te preocupes, yo jamás permitiría que te congelaras ahí afuera -Prometió, extendiendo su mano para tocar su mejilla. -Estás muy fría
—Musitó.

Rai no habló, sólo la miró a través de la escasa luz que se colaba desde el exterior. Alondra acarició su mejilla, esperando que su piel se entibiara. Su corazón comenzó a latir con más rapidez cuando su mirada se detuvo en los ojos bonitos de su amiga y se preguntó qué diablos pasaba con ella.

Dios, Rai era incluso más bonita de cerca.
¿Cómo era posible?

-¿Alo? -Llamó en voz bajita, preguntándose por qué la contraria estaba ensimismada.

Alondra agitó la cabeza, arrojando lejos sus pensamientos, y le regaló una suave sonrisa para tranquilizarla. Su corazón, aunque más rápido, seguía funcionando, así que ella no iba a preocuparse. ¿Y qué si su corazón no se controlaba? ¿Y qué si no podía apartar la mirada de ella? Si era por Rai, todo estaba bien.

La niña de la luna || Railo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora