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Nada más entrar en el recibidor, oyeron unos pasos que se acercaban, y una alegre conversación. Los hermanos Illingsworth bajaban cogidos del brazo, parloteando sin cesar sobre la última hazaña del listísimo Alexander. Se veía claramente la magnífica relación que les unía. Era difícil sospechar siquiera que durante años habían vivido ignorándose, y que no fue hasta el regreso de Judith a Inglaterra que habían comenzado a conocerse. Ahora eran inseparables.
Sorprendía también el parecido entre ambos. Frente alta, nariz perfecta, labios carnosos, cabello claro y ojos verdes. Si bien el cabello de Judith tendía a rubio, y los ojos estaban moteados en verde y dorado, mientras que el cabello de Álvaro era de color castaño, y los ojos marrón verdoso. Pero a pesar del parecido, si Judith era indudablemente una delicada y femenina dama inglesa, Álvaro era todo un hombre, que rezumaba masculinidad por los cuatro costados.
Cuando los hermanos vieron a Blas y a _____ parados en la base de la escalera, se callaron y sus rostros demudaron también.
Judith se adelantó, reaccionando. Tomó las manos de _____, y le besó la mejilla.
—_____ (diminutivo), querida, ¿todo bien con el ogro de tu hermano? ¿Tengo que tirarle de las orejas?
Guiñó un ojo a Blas, que se hizo el ofendido, acercándose a Álvaro en busca de solidaridad masculina. La melódica risa de _____ resonó por el hall.
—Digamos que ha sido... razonable. No es necesario que lo castigues sinpostre, esta vez.
Todos sonrieron.
—Hablando de postres, _____ (diminutivo). Mi hermano ha decidido quedarse a comer con nosotros. Sería fantástico si tú también lo hicieras. La señora Noodle ha preparado un pastel de avellana, su especialidad.
Había cierta tensión en la voz de su cuñada, previendo una batalla campal si uno de ambos no se retiraba. El dulce, y saber que fastidiaría a Álvaro aceptando la invitación, la entusiasmaron.
— ¡Oh, me encantaría! La casa de Grosvenor está llena de maletas para el viaje de madre a Bath. Esa torcedura de tobillo ha llegado en el peor momento. Yo en mi tercera temporada, al límite de la edad que se considera respetable para una señorita de alcurnia, y sin ella para guiarme. —Estaba siendo claramente mordaz.
—No seas melodramática, _____ (diminutivo). —La voz de Blas sonaba divertida—. Sabes que yo acudiré contigo a todos los grandes actos, y Judith nos acompañará siempre que sea posible.

_____ se dirigió a Judith, ignorando a propósito a su hermano. — ¡Qué bien! Sin duda un hermano posesivo es mejor que una madre coja. —Los dos sabemos que madre, incluso coja, podría hacer de tu temporada
algo muy, muy largo. —La voz de Blas pretendía ser amenazadora, pero se escapaba la risa entre sus palabras.
Álvaro se mantenía al margen de la conversación, por evitar tensiones innecesarias. Le gustaba saber que su hermana vivía en un ambiente de complicidad. _____ al fin se dignó hacerle caso. Posó su verde mirada en él. Álvaro no recordaba otros ojos más hermosos.
— ¿Y bien, lord Illingsworth?
Su gesto le puso alerta. Le miraba como un gato que se había comido al canario. ¿Qué pretendía ahora aquella endiablada muchacha?
— ¿Y bien qué, milady? —dijo amablemente.
—Me quedaré a comer aquí. —Le hablaba despacio, como si fuera un inepto. Álvaro se envaró—. ¿Tal vez usted había olvidado alguna cita urgente en algún otro sitio y declina quedarse?
La muy tunanta estaba intentando manipularle para que desapareciera, como hacía siempre que ella aparecía. «Tu período de gracia acabó, fierecilla. "Fingió pensar seriamente lo que ella le decía. Finalmente alzó la vista, y con rostro serio dijo, seco.
—No.
Sonrió a su hermana, le ofreció el brazo y la guio hacia el comedor, donde estaba ya todo dispuesto. Judith sonreía, creyendo que su hermano trataba de avanzar.
Detrás, Blas sonreía también, satisfecho de que Álvaro hubiera dejado de huir de su hermana. Y de que la hubiera contradicho. Esa muchacha tenía a la mitad de los hombres comiendo de su mano, y eso no era bueno. Que alguien la pusiera en su sitio de vez en cuando sería magnífico para su carácter.
A _____, en cambio, se la veía perturbada. Un pequeño trastorno, sin duda. Pero en cuanto le ladrara un poco, él volvería a esconderse con el rabo entre las piernas. Su hermano le ofreció el brazo, y entraron en el comedor.
La enorme estancia, con varios sirvientes que les asistirían en el pequeñoágape, tenía una mesa redonda, como las que había en Westin House, la mansión de los Illingsworth en el campo. De pequeño tamaño, permitía a los comensales sentirse cómodos. Desde que Judith regentara la mansión, todo se había vuelto menos solemne, lo que el duque agradecía. La sobriedad de lady Evelyn, incapaz de flexibilizar la etiqueta, era un lastre con el que Blas había tenido que convivir durante años.

Cuando el corazón perdona (Álvaro&tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora