La luz del sol, que entraba a raudales por los ventanales de su estudio, le despertó. Desorientado, trató de levantarse, y un dolor lacerante en todo el cuerpo le recordó dónde estaba. Se quedó completamente quieto, con la esperanza de que la inmovilidad le calmara, aunque sabía que no iba a ser el caso. La noche anterior había bebido en exceso, como hacía meses que no hacía. Y ahora debía pagar las consecuencias. ¿En qué estaba pensando para castigarse así?
La imagen de _______ Saint-Jones cruzó veloz por su mente, y su desastrosa actuación también. Mierda. Había hecho el ridículo. Y eso por decirlo de una forma suave. Ella debía pensar que era el hombre más engreído y condescendiente que hubiera tenido la desgracia de conocer. Trató de levantarse, y de nuevo sintió mil agujas clavándosele en los músculos. Se incorporó despacio, y una vez que le pasó el mareo, se puso en pie, agarrándose al respaldo de la butaca, pues el malestar le dificultaba incluso mantener el equilibrio.
Pasaron unos minutos hasta que estuvo seguro de tener fuerzas suficientes para llegar hasta sus aposentos, en la segunda planta. Solo entonces se puso encamino. Al salir al largo corredor, cubierto de paneles de roble y tapices que daba a la escalera principal, notó que la casa estaba especialmente silenciosa, a pesar de que a esas horas el servicio ya estaba en movimiento. Supuso que Nodly habría dado aviso a los criados de su estado. De nuevo se sintió avergonzado, lo que era ridículo, pues no tenía que darles ninguna explicación de su comportamiento. Únicamente su padre, el conde de Westin, podía hacerle algún comentario reprobatorio al respecto, pero seguía en Berks, por lo que nadie juzgaría sus excesos.
Llegó arriba respirando con dificultad, como si hubiera escalado el ScafellPike. Para ser un hombre que se mantenía en una forma excelente, su cansancio resultaba patético. Entró en su alcoba, una sobria estancia decorada en combinación de marrones y negros, muy masculina, y pidió que le prepararan un baño. Mientras esperaba, se dispuso a afeitarse, confiando en que su pulso se mantuviera firme. Le gustaba rasurarse y vestirse él, le hacía sentir más independiente. Por descontado, tenía una ayuda de cámara, como cualquier otro caballero que se preciara de serlo. Era, además, necesario para poder vestirse correctamente. Pero en la medida de lo posible le gustaba no tener que pedir asistencia para algo que muchos hombres podían hacer solos.
El espejo le devolvió el reflejo de un rostro demacrado y con ojeras. Tendría que descansar un rato después de comer, pues esa noche pensaba ir a una audición en casa de los Foxford. Algunas de las debutantes estarían allí, y quería saber cómo se desenvolvían en público, siendo ellas el centro de atención. El año anterior ni siquiera se habría planteado acudir, no en semejante estado, pero esa temporada había decidido otear el mercado matrimonial, y lo haría de forma disciplinada. No se agarraría a cualquier excusa para evitar cumplir con su farragoso propósito. Aunque quizá sí pudiera llegar un poco tarde...
Demonios, a veces tenía la sensación de que encontrar una esposa era similar a comprar un caballo. Pero debía aplicarse con diligencia. Ya que iba a casarse, lo haría bien. Nada de saltarse veladas o actuaciones. Su futuro dependía de su esmero.
Los sirvientes terminaron de llenar la tina y salieron. Él acabó de afeitarse, pidió a su ayudante que le dejara solo, se quitó el batín y se metió en el agua humeante. Al instante sus músculos doloridos comenzaron a relajarse. Gimió de placer.
Unos años antes, se habría ido directo a la cama, sin tener en cuenta ya no solo la velada musical de esa noche, sino olvidando también el trabajo que tenía planeado para la mañana, relacionado con las inversiones bursátiles de la familia. Ahora la mera idea resultaba impensable.
¿Dónde estaba aquel encantador granuja que vivía únicamente para sí mismo? ¿El hedonista que solo pensaba en divertirse? Dos años atrás, con la llegada de su hermana, los planes de matrimonio de Blas, y la paternidad de Julian, su perspectiva sobre la vida había empezado a cambiar. Ahora era un aristócrata comprometido, que acudía a su escaño con regularidad, se preocupaba de sus propiedades, y del bienestar de su familia. Se gustaba más así, desde luego. Pero en días como aquel añoraba al viejo e irresponsable Álvaro...
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Cuando el corazón perdona (Álvaro&tu)
Romance_____ no puede olvidar el daño que le causó Lord Álvaro un año atrás, cuando fingió estar interesado en ella, la cortejó y consiguió que se creyese su maliciosa actuación. A pesar de no estar enamorada de Álvaro –o al menos eso cree– no puede olvida...