______ aceptó el brazo del marqués de Kibersly y se dirigió a la pista con él. Era un hombre muy guapo, rubio y con ojos verdes. No tenía una altura importante, aunque sí medía bastante más que ella, que, como acostumbraba definirse, no era especialmente alta. Dotado de un cuerpo atlético y una sonrisa de jovenzuelo pillastre, tenía un toque infantil que le infundía encanto. Lástima que su ropa fuera más llamativa de lo que ella prefería. Aunque, en su favor, debía decir que no parecía un pavo real, como otros jóvenes del salón.
—Me alegra verla de nuevo en Londres, milady.
Lo dijo mientras giraban. La tenía tomada por la cintura, guiándola al compás de la música compuesta por el joven Lanner. Los valses todavía eran considerados indecorosos por las mujeres más conservadoras de la alta sociedad, pero eran tolerados en todos los salones, pues eran la garantía de que la juventud acudiría. Él la miraba como el año anterior, como si ella le perteneciera. No le gustaba, pero se debía también a su fuerte sentido de la independencia. Si dejaba a un lado ese hecho, el marqués era un hombre que bien podía cumplir los requisitos de su lista. Bueno, en lo referente al deseo no estaba segura, pero esa sería la prueba de fuego de cualquier candidato. Y no iba a comprobarlo en público.
Siguieron bailando. Ella debía mostrarse más comunicativa. Se obligó a seguirle la corriente.
—Yo también me alegro de estar de vuelta, su gracia. Parece que este año va a ser, de nuevo, una temporada ajetreada.
—Mucho. Pero confío en que, a pesar del ajetreo, encontremos el tiempo para conocernos.
Eso sí era ir directo al grano. Una parte de ella se sintió muy halagada. Otra comenzó a dar la voz de alarma. Demasiado directo. Fingió no entenderle.
—Para eso se crearon estos acontecimientos, para que todos pudiéramos conocernos mejor.
—Por supuesto.
Él aceptó su evasiva con elegancia, y siguió conduciéndola entre las otras parejas. La llevaba cogida en el límite justo que marcaba el decoro. Las cuantiosas capas de tul de su falda rozaban el tejido del pantalón de él. Un poco más cerca daría que hablar. Pero un poco más lejos tampoco habría estado mal.
________ se quedó en silencio, tratando de ignorar las miradas ardientes que el marqués de Kibersly le prodigaba, y que no sabía cómo manejar, y a cierto vizconde y cierto duque que parecían mirar con demasiada atención sus movimientos desde un lateral de la sala. Se fijó en su pañuelo, elaboradamente anudado. El marqués, pensó de nuevo, era un poco exagerado en lo que a su indumentaria se refería. Si bien no iba ataviado con colores chillones, como otros varones de su edad, sí iba un poco... recargado. El rubí del alfiler del pañuelo, demasiado ostentoso, el nudo, el encaje de los puños. Era excesivo, pero probablemente porque ella estaba acostumbrada a la sobriedad de su hermano. Y de Álvaro. Tenía que reconocer que eran estos últimos los que no seguían el dictado de la moda, que proponía cierto boato.
No había podido evitar fijarse en las ropas de Sunder, como habían hecho casi todas las damas presentes. Era obvio que a pesar de todo seguía sin ser inmune a sus encantos. Esa noche el vizconde iba con un pantalón y una chaqueta marrones, del mismo color que sus preciosos ojos, y un pañuelo tan blanco como su camisa, con una pequeña pieza de ámbar en él. Nada en su vestimenta era llamativo, ni falta que le hacía. Su presencia era más que suficiente.
Maldición. Había acabado la melodía, y había estado comparando al marqués con Álvaro, en lugar de tratar de averiguar cosas nuevas de él. Tendría que estar más atenta la siguiente vez. Afortunadamente todavía bailaría otra pieza con él más tarde. Estaría más alerta entonces, se prometió.
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Cuando el corazón perdona (Álvaro&tu)
Romance_____ no puede olvidar el daño que le causó Lord Álvaro un año atrás, cuando fingió estar interesado en ella, la cortejó y consiguió que se creyese su maliciosa actuación. A pesar de no estar enamorada de Álvaro –o al menos eso cree– no puede olvida...