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Llegaban elegantemente tarde, según _____. Llegaban condenadamente tarde, según Blas. Pero él tenía que reconocer que la tardanza no había sido en vano. Su hermana iba preciosa, y así se lo había dicho. Llevaba un vestido verde musgo, un poco oscuro para la edad y soltería de ella, pero que le sentaba a las mil maravillas. Era obvio que su madre no había supervisado esa elección en concreto. Probablemente en la última visita a la modista la duquesa viuda ya había estado convaleciente, y su hermana se había tomado ciertas licencias. Pero él no pensaba llamarle la atención por esa pequeña trasgresión. Con el cabello recogido, y unas soberbias esmeraldas, estaba magnífica. Parecía que esta vez, a diferencia de las temporadas anteriores, tenía la intención de recibir la mayor atención posible. «Bien por ti, ______.»

Había dejado a Judith en casa. Esta se incorporaría a la temporada hacia mayo, cuando estuviera en su punto álgido. Estaba amamantando a su hijo, y no quería dejarlo todavía. Pocas mujeres de la nobleza, y desde luego ninguna duquesa, daban el pecho a sus vástagos. Pero Judith no había querido ni oír hablar de buscar una madre de leche. Estaba encantada con alimentar personal-mente a Alexander. Y a Blas le encantaba presenciarlo.

Había pensado en buscar una dama de compañía más adecuada para ______, y así no tener que ausentarse tantas noches de casa. Pero su esposa se había negado al punto. Mientras él salía, ella descansaría, y cuando llegara a casa, de madrugada, bien podía despertarle, a ver si se les ocurría algo que hacer. Rechazó profundizar sobre esa idea en un carruaje cerrado y con su hermana como compañía, y se dedicó a _______ (diminutivo).

La miró de soslayo. Estaba nerviosa, la tensión en sus manos la delataba. Pero intentaba mantener la calma. Se mantuvo en silencio, tratando de no interrumpir los pensamientos de ella, fueran los que fuesen. ______ había aprendido a mantener sus emociones bajo control. Ya no era tan transparente como antaño. Ahora había que conocerla, y haber pasado tiempo con ella, para que esos pequeños detalles, como que apretara su ridículo en exceso, delataran lo que sentía.

—Blas, ¿te importaría que pasáramos unos minutos en la balaustrada, antes de ser presentados y bajar al salón de baile? Me gustaría saber a quién me voy a encontrar antes de que ellos me encuentren a mí.

A Blas le pareció una petición inofensiva, y accedió. Ella siguió en silencio. Dios, ni que fuera su debut. Estaba aterrorizada. Era consciente de lo mucho que se jugaba, y sabía que iba a tener que aprovechar cada momento, que planificar cada evento, para poder reducir su lista a un máximo de tres candidatos lo antes posible. Así podría concentrarse solo en ellos y, con suerte, hacer un buen matrimonio. Controlar el salón antes de zambullirse en él la ayudaría, y la tranquilizaría además.

Así que cuando entraron en la mansión, en lugar de dirigirse hacia la escalera de mármol donde se encontraba el mayordomo, perfectamente ataviado con la librea y una peluca blanca bien empolvada, para entregarle la invitación y que los anunciara, se apartaron hacia el lateral izquierdo, desde donde podían ver el salón de baile, abarrotado ya de gente, sin que nadie pudiera verlos, salvo que los buscaran expresamente.

Blas paró a un lacayo que llevaba al piso de abajo una bandeja llena de copas de cava, y tomó un par. Una para tranquilizarla a ella, otra para hacerle a él la noche más soportable. Tenía la vaga esperanza de encontrarse con Álvaro allí, aunque dudaba que el vizconde apareciera en la misma fiesta que ______, a tenor de la tendencia del año anterior y de lo sucedido la pasada tarde. Bueno, aprovecharía él también para ver quién había en la sala, y encontrar a alguien con quien tomar una copa y departir un rato.

_______ devoraba la multitud, esperando que algo la inspirara. El enorme salón estaba iluminado por decenas de candelabros de plata, colocados estratégicamente por la estancia. La luz de las velas, unida a los pesados cortinajes de terciopelo rojo que habían colocado para cubrir algunas de las paredes, daba al ambiente un aire gótico, tan en boga en los últimos tiempos. Cerraban el conjunto las molduras doradas del techo, y pequeñas figuras de barro deformadas, emplazadas en las mesas donde se ponía algo de comida. La anfitriona había logrado un escenario magnífico. Sería sin duda felicitada por muchos.

Cuando el corazón perdona (Álvaro&tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora