Episodio 2

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"Pobre pequeña"

"Pues es su destino"

"Es la última voluntad de su gracia"

Se escuchaba los susurros de los sirvientes en la Fortaleza Roja, desde que se supo cual era su destino.

Naerys miraba por el gran ventanal de la fortaleza con melancolía y tristeza, sentía como sus damas le iban acomodando el vestido y el listón rojo, asegurando sus últimos retoques, dejaron caer el largo cabello por detrás de su espalda.

Naerys derramó algunas lágrimas, faltaba poco para ir a Winterfell, con su esposo.

─Ya está, princesa ─le habló una de sus damas sacándola de sus pensamientos.

Naerys se giró hacia su espejo y se contempló a sí misma. Su largo cabello plateado y sus ojos púrpura le devolvían la mirada, pero no podía evitar sentir un estremecimiento al contemplarse. Su aspecto era el de una novia perfecta, pero no podía sentir felicidad. Solo tristeza y melancolía, pues estaba siendo obligada a dejar todo lo que conocía para casarse con un desconocido.

Su mente no dejaba de evocar los pensamientos de sus sirvientes, sus susurros llenos de lástima y condescendencia. "Pobre pequeña", "Pobre princesa" escuchaba.

Pero sabía que estaba indefensa ante el destino que le había tocado. Era la última voluntad de su madre, y no podía desobedecerla.

Su hermano pequeño Aegon III quiso intervenir, quería que Naerys se quede aquí con él, no quería quedarse solo, había llorado, pero sus consejeros le habían dado miles de motivos del por que Naerys debería irse.

Sentía lástima por su hermano menor, Aegon III. Sabía cuánto había llorado y cuánto había intentado intervenir para que ella se quedara con él en la Fortaleza Roja. Pero también sabía que sus consejeros tenían razón. Era el destino de un miembro de la familia real casarse para crear alianzas y asegurar la estabilidad del reino. No podía desobedecer el último deseo de su madre, ni desoír la voz de la razón.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar la desesperación de Aegon III. Nunca había visto a su pequeño hermano tan afligido y necesitado. Quería quedarse con él y protegerle, pero sabía que su tiempo juntos había llegado a su fin. Debía cumplir con su destino.

─Princesa, su carruaje ya está listo ─le aviso uno de los guardias.

Naerys se estremeció ante la mención del carruaje, una señal de que pronto tendría que partir hacia Winterfell y su nuevo hogar. Asintió en silencio y se incorporó para salir de la habitación. Sus damas la siguieron de cerca, llenas de una mezcla de curiosidad y lástima.

Caminó en silencio hacia el exterior, sintiendo un nudo en la garganta a cada paso. La Fortaleza Roja se alzaba imponente a su alrededor, pero sabía que pronto tendría que dejarla atrás. El carruaje esperaba esperándola, como un presagio de su nuevo destino.

Entró en el carruaje y se sentó, sintiendo el cuero frío contra su cuerpo. Sus damas la acompañaron, ocupando lugares a su alrededor. Pero nada de lo que pudieran hacer o decir podrían atenuar la tristeza y la melancolía que sentía en su corazón.

El carruaje se puso en marcha con las escoltas, y la Fortaleza Roja se alejó gradualmente de su vista. Naerys se asomó por la ventana, contemplando los muros y torres de su hogar que ya no volvería a ver. Su corazón se llenó de tristeza y resignación.

─Su alteza... Todo mejorará ─trato de animarle una de sus damas.

Naerys se giró hacia la damas que había hablado, con una pequeña sonrisa triste en los labios. Sabía que quería animarla, pero sentía que sus palabras no eran ciertas.

LA PRINCESA Y EL LOBO •CREGAN STARK•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora