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El sol comenzaba a ocultarse detrás de las árboles del parque cercano a la tetería donde ambos trabajaban, mientras Arthur y Selene se encontraban sentados en un banco, sumidos en un silencio incómodo.

Desde que llegaron, ninguna de las dos partes se había atrevido a dar el primer paso, como si el aire mismo estuviera pesado con las palabras no dichas.

Finalmente, después de unos momentos que parecieron eternos, Arthur decidió romper el silencio.

—Selene, lo siento...—comenzó con voz titubeante—No por el beso, porque lo disfruté.Siento ser un cobarde y huir en vez de hacerle frente a la situación.Mi reacción no fue la correcta.

Ella lo miró, sus ojos rebosantes de comprensión.

—Lo comprendo.Lo que pasó podría complicar las cosas y arruinar nuestra amistad.Pero yo no me arrepiento del beso.Solo espero que esto no sea un problema.

Arthur sintió un alivio y un hilo de esperanza al escuchar sus palabras, pero sus pensamientos se arremolinaban.

—He estado pensando mucho en esto—confesó, su voz firme.—Me gusta mucho nuestra amistad, pero también me gustaría intentar ser algo más. Sin prisas, solo... poco a poco y si estás dispuesta.

—No puedo mentir y decir que después del beso no he considerado que nuestra relación cambiara, hizo que me diera cuenta de que me gustas,tal vez desde hace algún tiempo y sólo intentaba disfrazarlo con amistad.

Arthur sonrió,se sentía aliviado.

—Siempre pensé que eras hermosa—admitió, la honestidad fluyendo entre ellos.—Intenté justificar mi fascinación por ti como mera curiosidad, pero ha sido atracción todo este tiempo.Si tú aceptas, prometo no dejar que se apague el brillo de tus ojos.

Ella lo miró, sorprendida pero animada.

—Arthur...yo prometo proteger tu corazón.Sé que te cuesta,pero confía en otros,confía en mí.Prometo cuidar de ti.

En los ojos de ambos se veían reflejadas las promesas que depositaban.

Inesperadamente el rostro de Arthur se iluminó con picardía.

—Bueno,aún tendrás que soportar que no me gusta el té.

Su broma provocó una carcajada relajada en Selene,su risa llenó el aire disipando la tensión inicial.

El ambiente se relajó, y en ese instante, las preocupaciones y los temores parecieron desvanecerse.

Selene se acercó a él, y buscando la conexión que los unía, se besaron dulcemente.Sus labios se encontraron con suavidad, como si fueran un hábitat familiar en el que finalmente encajaban.

Al separarse, entrelazaron sus manos, y ella encontró consuelo al apoyar la cabeza en su hombro.

De pronto, un chico rubio de ojos ámbar apareció de la nada, acercándose con una sonrisa desbordante y dos helados en las manos.

Sin formalidad alguna, se detuvo frente a ellos, extendiendo los helados con un gesto despreocupado.

—¡Les invito a la pareja!—dijo, con una sonrisa que parecía iluminar el parque.

Arthur y Selene se miraron, sorprendidos y un poco aturdidos, intentando decirle que no eran una pareja.Al menos aún no del todo. Pero antes de que pudieran responder, el chico desapareció tan rápido como había llegado, dejándolos con una sensación de incredulidad.

La tarde transcurrió entre risas y helados, el eco de sus promesas llenando el espacio con un nuevo sentido de complicidad.

Un futuro que había parecido incierto ahora comenzaba a brillar con posibles caminos y nuevas oportunidades; una relación que prometía ser más profunda y significativa que antes.

Lo que ambos desconocían mientras se entregaban a la ligereza del momento, riendo y disfrutando de sus helados, era que la autora de ese gesto tan inesperado se encontraba observándolos desde la distancia.

Una señora mayor, elegante y con un sombrero adornado con flores, mantenía su rostro parcialmente cubierto bajo la sombra de un arbusto. Sus ojos brillaban con astucia y alegría mientras espiaba a los jóvenes.

Miss Ellen había notado la tensión palpable que llenaba el aire entre Arthur y Selene. El silencio entre ellos la había inquietado,así que movida por su impulso natural de unir corazones decidió actuar.

Ahora, al verlos reír sin preocupaciones, una sonrisa radiante se dibujó en su rostro arrugado.

La satisfacción la envolvía, como si ella misma hubiera logrado un pequeño milagro. A través de los años, había sido testigo de demasiadas historias de amor que se perdían por egoísmos y silencios. Pero hoy, estaba decidida a que esas risas no fueran un simple eco en el viento. Su misión era ver ese amor florecer.

Mientras se retiraba, murmuró para sí misma con una risa dulce:

—¿Quién dice que no se puede ser un poco ingeniosa en el amor?

Después de todo, era solo una pequeña intervención, pero quizás, solo quizás, podría ser el inicio de algo hermoso entre ellos.

Selenthur ya es un hechoooo.Estoy muy orgullosa de mis niños,amo que sean sinceros entre ellos.

En este perfil amamos a Miss Ellen haciendo de cupido.


Gracias por su apoyo,votos y comentarios.

Los amo mil♡

Promesas para un futuro que jamás llegará(sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora