Miles Jade Iversen | 10 años

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Las cámaras estaban frente a mí y las personas sentadas en esas sillas que se veían muy incómodas me escaneaban de pies a cabeza. Anotaban cosas, murmuraban cosas. Estaba nervioso.

—¿Cómo te llamas, querido? — dijo la mujer que estaba sentada en el medio, eran tres hombres del lado izquierdo y tres mujeres de su lado derecho. La que me habló llevaba un traje y corbata, igual a los hombres a su lado. Las demás traían distintos tipos de vestidos, pero nada muy extravagante.

—MJ Iversen.

La mujer me escaneo de pies a cabezas, mis mejillas se calentaron. La mujer era de caballo muy rojizo, parecía fuego, sus ojos eran intensos y de color celeste, parecían brillar. Tenía los labios pintados de un rosa pálido.

—¿Qué podrías decirme de tí, MJ? — preguntó otra vez, nadie más hablaba. Era fácil decir quién tenía el control allí.

—Mmm…me gusta bailar. Y bailo bien, voy a clases de tango— mis manos jugaban entre sí frente a mi barriga, agarraba mis dedos y jugaba con mis uñas, la mujer miraba fijamente mis manos —. También cantó, y sé hacer acrobacias. Y sé esgrima, soy el mejor de mi clase.

—¿Podrías mostrarnos, por favor? 

—¿Qué cosa? — pregunté con inseguridad. La mujer sonrió.

—Todo.

Y lo hice. Baile. También cante. Hice acrobacias. Pero se vieron especialmente atentos cuando saque mi espada. No sabía para qué sería la entrevista, mamá dijo que me anotó hace una semana y hoy simplemente me sacó de la escuela y me trajo aquí. Pero había practicando cada noche hasta la madrugada cada cosa que se me daba bien. Y no eran pocas precisamente.

Y termine. Todos anotaban cosas en sus libretas y murmuraban, la mujer de cabello en llamas no dejaba de mirarme con una sonrisa.

—Gracias por venir, MJ, estaremos en contacto. Fue un placer conocerte — dijo después de un momento de murmullos.

Hice una pequeña reverencia antes de irme y sonreí.

Tal vez no me fue tan mal.

O lo pensaba hasta que subí al auto con mamá.

—Resbalaste varias veces hoy — dijo con molestia —. Al llegar a casa te llevaré al teatro para que sigas ensayando.

Asentí con la cabeza.

—Si, señora.




—Si, señora

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