Capítulo XXI

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Miles

Cuando Sung se fue de nuestra habitación, finalmente pude respirar.

—Sé amable, Jadie — me decía siempre Micah, yo lo intentaba, pero bastaba dos palabras de ese idiota para perder los estribos.

—¿No van a castigar a María si sale de su habitación sin permiso? — preguntó Micah mientras buscaba algo en su bolso, yo estaba sentado en mi cama.

—Seguramente si, pero ya sabes cómo es ella. Maria siempre hace lo que quiere.

Ambos reímos.

—¿Me voy a duchar, no quieres ir al baño antes? — preguntó sacando una toalla y por lo que pude ver también ropa para cambiarse.

Negué con la cabeza.

—No, iré después de tí. Quiero descansar un poco. Odio los aviones.

Micah ríe pero no dice nada, entra al baño. Yo me lancé en la cama y simplemente cerré los ojos sin pensar en nada más. Había aprendido a hacer eso en estos últimos años, las cosas habían mejorado y al parecer, yo también lo había hecho. Mamá estaba en la carcel, aún no se si eso me desagrada o no, pero al menos está lejos mío. Sam es como siempre y Ryl es muy amable, se nota que se aman muchísimo. Son muy tiernos, me cuidan bien y siempre me llevan a todos lados. Yo ya había pasado a la preparatoria, pero con tantas grabaciones no le daba mucha atención a la escuela, pero habíamos hecho distintos arreglos en la secundaria para hacer los trabajos en casa y entregarlos después, así podía grabar un poco más. A Sam no le gustaba, pero le insistí tanto que terminó accediendo.

Deje mi teléfono en la mesita de luz que estaba en medio de nuestras camas, reproducí una canción en aleatorio y sonó una de las canciones que María tanto amaba, la cantante se llama Taylor Swift, lanzó su primer álbum hace un tiempo y ahora en la casa de Maria sonaba mucha música country.

Después de un rato Micah salió del baño, su cabello negro estaba muy largo, hasta casi sus hombros, había salido sin remera pero si con unos shorts negros, algunas gotas caían por su clavícula o por su abdomen, no muy tonificado, pero que por alguna razón me hacía apartar la mirada. Aunque una parte de mi, muy pequeña, quería seguir viendo. Los ojos verdes de Micah parecían ponerse más intenso con cada año que pasaba. Había algo en sus ojos, él escaneó mi cuerpo completo. Estaba pensando en algo, lo conocía, conocía esa mirada perdida.

—¿En qué piensas, Micah? — pregunte cuando reuní valentía.

Él apretó sus labios, la lucha se veía en sus ojos claramente, luego pareció rendirse a cualquiera que fuera su pensamiento.

—¿Estás celoso, Jadie? — preguntó —¿Celoso de Sung?

Deje de respirar. Contuve el aliento. No lo estaba ¿No lo estaba? No lo sé. Creo que no ¿O tal vez si? Solo sé que me molesta que todo el tiempo esté detrás de Micah, siempre tiene una mano en su pelo o en su hombro, siempre dice algo que lo hace sonreír, siempre da vueltas a su alrededor. Eso no me gusta. Nada.

—¿P-por qué lo dices? — pregunte y no pude evitar ese tartamudeo, Micah me conocía muy bien. Aquello fue lo que lo confirmó.

—La manera en la que actúas cuando él está cerca…es como si quisieras mostrar que eres mucho mejor que él.

Aparte la mirada. Estaba sentado en los pies de mi cama así que yo veía mis piernas colgar y balancearse. Empecé a jugar con mis dedos de la mano, no dije nada.

Sentí la mano de Micah llegar a mi barbilla y haciendo levantar mi cabeza, nuestros rostros estaban cerca, podía ver más que solo sus ojos, también podía ver qué ya estaba teniendo una barba que se esforzaba por afeitar, tenía algunos lunares en el rostro, como cerca del labio y otro cerca de su ojo izquierdo y cerca de su nariz. Su tacto era delicado, suave, como si estuviera agarrando una pieza de porcelana que podría romperse en cualquier momento.

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