Colin Bridgerton era un hombre gentil, educado y todo un caballero ¿Lo era? No pudo evitar resoplar, estar sentado con una botella de licor en mano e intentando decidir cuál era su mejor opción a seguir era el camino más sabio. Descifrar qué hacer después de todo lo que pasó había sido muy difícil, e hizo lo mejor que sabía, él huyó. Huir de una mujer era tal vez la parte más sencilla, huir de lo que sentía era sin dudas la peor parte. Desperdicio días y horas. Sentarse a contemplar sus opciones era lo único que hacía al estar despierto.
Solo llegó a entender dos cosas; Fue engañado y atrapado por Lady Whistledown y como consecuencia había unido su vida a esa misma mujer que atropelló a toda la sociedad incluyéndolo. Y, fue seducido y arrastrado por la mujer de ojos brillantes, por la joven de cabello cobrizo, por la Penélope de sonrisa dulce y labios suaves.
Estar confundido era aceptable ante la premura de su matrimonio y las circunstancias por las cuales se vio obligado a tomar su mano, y es que había decidido odiarla, escogió hacerle daño a conciencia, así como ella lo había hecho con él. Sería su castigo, él se encargaría de dar la cantidad suficiente de sufrimiento a su vida. Si en verdad había sido sincera y lo quería como su boca había pregonado, él le daría lo peor de sí mismo, su voz y deseos no serían quebrantados por una mujer como ella, el cariño y cuidados hacia su persona serían desterrados y confinados a un lugar no iluminado por su consciencia. Cada palabra que salía de su boca era una verdad y una mentira, liberaba su ira contenida pero golpeaba su propio corazón a la par. Herir a Penelope nunca fue algo que disfrutase, pero Herir a Lady Whistledown daba alivio a la culpa que sentía por no exponer su nombre como la mujer tras la pluma. Nadie lo sabría, nadie la descubriría, él se encargaría de ello, él aseguraría su bienestar, pero no le permitiría dañar a otros y salir invicta.
Jamás fue a ningún lugar, jamás estuvo demasiado lejos, solo se mantuvo lo suficientemente apartado para que su supuesto viaje fuese creíble, pero necesariamente cerca para vigilar cada uno de sus pasos. Seguir a Whistledown, vigilar a su esposa, era la misma cosa. Después de tratar de evitar que subiese a aquel carruaje y obtener una negativa por respuesta, pensó que amenazarla con irse haría algún cambio, pero seguirla por las calles oscuras durante esos dos meses de su supuesta ausencia le hicieron ver que su determinación de seguir publicando no sería menguada por sus influencias. Una o dos veces por semana seguía sus pasos, en verdad era astuta, ella sabía lo que hacía y se desenvolvía demasiado bien. Tenía tratos con la modista quien parecía enviar sus escritos a la imprenta y aunque se negaba a admitir que la seguía por miedo a lo que pudiese sucederle, su corazón se estremecía al ver como hacia entregas al mismo lugar de impresión, muchas veces alguien se cruzaba con ella, hombres quienes la observaban a la distancia o estudiaban su posible apariencia bajo la capa y esa era la razón, el motivo que lo movía desde su escondite y que lo sacaba de su oscuro agujero de consternación, a pesar de querer destruir a Whistledown, la necesidad de cuidar a Penélope era aún más fuerte.
Reunir valor y volver a casa era algo que no sabía cómo hacer, ella estaría allí, y él no se contendría, revelar secretos de las vidas de otros era algo que él quería que parara, ella relató historias y avivó rumores que despertaron el rencor de muchos, aun así, no podía sacarla de su cabeza, quería gritarle, quería sujetar sus hombros y agitarla, que comprendiera que debía detenerse. En su última entrega él fue tras ella, la vio tomar el camino acostumbrado, iba a esa velocidad que jamás reconoció en Penelope pero que descubrió en esa otra mujer, pisadas seguras y movimientos firmes que separaban a Pen de Whistledown. Por primera vez se atrevió a cruzar al otro lado para ver su rostro al caminar y allí estaba, el rostro de Penelope con la expresión de satisfacción y autosuficiencia que tendría la escritora. La vio caminar bajo el brillo de la Luna, las escasas lámparas extendían su luz hacia su rostro y la luz impactaba de una débil manera en sus rizos encendiendo su color, dibujando un punto de luz en sus azules ojos. Se elevaba la curiosidad por ella, por la otra mujer oculta bajo la piel de su antigua amiga, se acrecentaba el deseo que sabía se gestaba en su interior desde la primera vez que la besó.
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Carriage
FanfictionEs hiriente conocer y no conocer a un amigo. Puede ser tan frágil que todo tú se desviviría por cuidarla, y puede tener secretos que te harían odiarla. Cuando la miras sabes que no hay nadie igual, que sin sentirlo te atrapo el corazón, y el rencor...