Lo lamento

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     Colin cabalgaba a toda velocidad, el viento mecía su cabello y besaba su piel haciendo que un hormigueo se esparciese por sus mejillas. Todo pasaba a toda velocidad en su periferia, los árboles meciéndose, los sonidos de las hojas revoloteando y los cascos del caballo chocando contra la tierra. Podría ser la única forma en que su mente se olvidase de lo que sucedía, mientras su cuerpo se balanceaba con fuerza y la velocidad con la que hacía correr a su caballo era peligrosa, su abdomen dolía, quizás porque sus costillas fracturadas aún no habían sanado del todo y aunque le prohibieron andar a caballo, no le importaba. No importaba si su cuerpo caía de la silla, si sus costillas volvían a ser un problema, o si alguna de las ramas de los árboles estaba demasiado baja para detener su andar con un fuerte golpe. Estaba cansado, la tristeza e infelicidad eran rasguños sangrantes a sus costados, porque no sabía qué hacer para enmendar las cosas con Penélope, todo se volvía más y más difícil con forme el tiempo pasaba, porque no sabía cómo tratarla, porque no tenía idea de cómo sobrellevar los sucesos que le habían hecho ser una mujer completamente diferente a la que conocía.


      No la juzgaba, en cierta forma entendía su odio por él, entendía el que ella no quisiera verlo, entendía el que no le hablase y sobre todo, sabía que ella quería herirlo tanto como él lo hizo con ella, lo peor es que estaba dispuesto a poner su pecho ante cada una de sus balas, porque el único consuelo para su dolor era mirar su rostro, y aunque dijese mil y una palabra para alejarlo, aunque se esmerara en transmitirle su odio, él no se iría; Y no sólo porque él era quien tenía que pagar por sus actos, sino por algo mucho más fuerte, algo que lo tenía encadenado a sus pies, un sentimiento el cuál logró identificar cuando pensó que ella había muerto. Era simple, Colin Bridgerton no podía vivir sin Penélope Featherington.

      Su carrera se detuvo de forma abrupta debido al cese de velocidad de su caballo, se paró en dos patas y el hombre se aferró con fuerza al animal, sus reflejos fueron veloces, casi cae de espaldas y sus manos tomaron las riendas para estabilizarlo. Lo hizo retroceder y pudo ver como una serpiente se deslizaba entre la hierba, su corcel se barajusto, y haló su rienda tomando el camino de vuelta a casa, su corazón latía con fuerza, un fuerte dolor comenzó a incrementar en su cabeza, fue un buen susto. Regresó a con un trote lento, mientras acariciaba el lomo de su caballo. Penélope tenía dos días negándose a verlo, aspiró el aire y vio como la estructura de Aubrey Hall se formaba frente a él. Pasó sus dedos por su frente y se deshizo de las gotas de sudor, bajó de su caballo y se lo dejó al mozo quien lo condujo a los establos.

       Subió las escaleras en dirección a su habitación, dejó sus botas a un lado, se quitó la camisa y la arrojó al suelo, tiró de su correa y desabrocho el botón de su pantalón dejándolo caer. Después de un largo baño se vistió y se arrojó sobre la cama, lo único que deseaba era cerrar sus ojos y que un sueño conciliador lo arropase, y por un momento fue de esa forma, pudo dormir de manera profunda hasta que llamaron a la puerta de su habitación. Despegó su cabeza de las sábanas donde yacía boca abajo y observó la puerta por un tiempo esperando un segundo llamado, y cuando un tenue toque se repitió, se enderezó- Adelante- Vio a la Doncella de Penélope aparecer tras la puerta e inclinarse-

-Mi Señor -Saludo- La Señora desea tomar un baño- Por supuesto sonrió satisfecho. Y se encaminó a su habitación enseguida, Rae abrió las puertas y no pudo evitar que sus labios se curvaran de nuevo, Pen  giró su rostro en su dirección y se mantuvo estoica, pero él simplemente estaba saltando en su interior -¿Cómo has estado Pen?

-Bien, gracias -Mascullo-

-Perece que alguien ha desistido de su enojo -Ella hizo un gesto de exasperación-

-No tengo otra opción, pues le has prohibido a los hombres de esta Casa subir a mi habitación ¿Quién más lo haría si todos se niegan? -Colin Sonrió satisfecho-

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