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Octubre, 1867

Una vez más estaba allí. La férrea mirada de sus padres posada en él, igual que los castaños ojos de la chica con la que bailaba.

Lee Felix no podía estar más desinteresado en lo que sucedía.

Horas antes, se había colocado uno de sus más finos trajes y, al ser su ayuda rechazada por las sirvientas de la casa —que organizaban el salón de baile para el evento de esa misma noche—, se quedó en su recámara practicando vals.

La lejana y misteriosa música de violín que llegaba hasta su ventana lo reconfortaba. Deseaba conocer al dueño de la melodía que sonaba siempre a las cinco de la tarde en su balcón.

Ahora, mientras daba vueltas por el salón lleno de invitados, al compás de la melodía de la orquesta, sus ojos intentaban esquivar a los de la chica.

Casi sentía lástima por la joven, que tenía un aspecto educado e inteligente, pero que no contaba con el próximo rechazo que Felix le iba a propinar.

La música finalizó, e imploró a los cielos para no cruzarse con la presencia de la mujer en lo que restaba del evento.

— ¿Qué es aquello que abruma tu mente, hermano mío? — murmuró Olivia, cerrando su abanico, una vez Felix volvió a acercarse a ella —. ¿Fue la joven?

Él negó, sintiendo su estómago retorcerse.
Sabía que sus padres querían comprometerlo con la primera joven que le llamase la atención. O, más bien, la primera joven que llamase la atención de sus progenitores.

— No te inquietes por mi actitud, Olivia — respondió, y se irguió a sus pies —. Me retiraré ahora...

La realidad era que no lograba respirar con tranquilidad entre la multitud.

Caminó entre los pasillos de aquella gran mansión victoriana llamada su hogar, y finalmente salió por la puerta hacia el exterior nocturno.

Las estatuas de ángeles en el corazón de la fuente que decoraba el gran jardín de mismo estilo vitoriense no relucían tanto como lo hacían a la luz del sol, y el distante bosque oscuro hacía que los tulipanes a la luz de la luna dieran la impresión de que estaban marchitos.

Llovía escasamente, pero lo suficiente para hacerlo precisamente perder el equilibrio y resbalar. Y eso fue lo que sucedió...

Sin embargo, antes de ser golpeado por el frío suelo, la cintura de Felix fue aprisionada, y su cabeza sujetada delicadamente por manos ajenas.

Rápidamente se incorporó y se alejó con afán del agarre desconocido.

— Debería ser precavido, Señor Felix — bajo el pequeño techo de la mansión que lo resguardaba de la lluvia, y con una pipa entre la boca, un alto y formal joven le habló —, no querrá hacerse daño.

Entre todas las galas a las que Felix se había presentado, nunca había visto a aquel hombre.

— ¿Quién es usted? — interrogó, casi escupiendo sus palabras —. ¡Cómo osa entrar a mi casa sin previa invitación!

Al momento, el señor se retiró la pipa de la boca y adentro su zurda en el gabán, descubriendo después, con una arrogancia y superioridad fingida, un pequeño pergamino: la invitación al evento.

Felix frunció los labios, sintiéndose totalmente ridículo.

— No lo han presentado entonces, Señor — susurró, acabando con el silencio seco que se había formado —. ¿Por qué está acá, Señor, con la tormenta que hay en los cielos y sufriendo el frío de otoño?

Miradas y Secretos   ━━━━━.HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora