Capítulo 4: El Juego

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En un sitio oscuro y desolado, las gotas de agua caían lentamente; el chillido ocasional de las ratas se escuchaba a lo lejos, mientras el sonido del viento traía una sensación de paz.

—¿D...dónde estoy? —se preguntaba Kurt Capell mientras abría los ojos lentamente—. ¿Qué es este sitio?

El olor del lugar era húmedo, tal vez debido a las paredes de piedra que cubrían todo el sitio.

—¿Qué es este lugar? —se encontraba mareado y perdido; la única luz que lo iluminaba era la de una antorcha desgastada.

Los pasillos y recovecos del lugar se sentían tranquilos. Parecía que todos los rumores y leyendas de las mazmorras eran puros cuentos infantiles del reino.

Kurt se levantó del piso helado, desconcertado y completamente desnudo. Cada vez sentía el frío más intenso.

—¡Hola! ¿Hay alguien ahí? —gritó en busca de personas, pero nadie respondió.

Kurt avanzaba lentamente, encogiéndose para protegerse del frío. Aunque el final del pasillo no quedaba muy lejos, su andar lento alargaba el camino.

—¡Michael, Iris, Scott! ¿Me escuchan? —Kurt se notaba asustado; aquel sitio desolado era muy aterrador.

Cuando estaba a punto de llegar al final del pasillo, una gran manada de ratas cruzó delante suyo. Al ver esto, Kurt se asustó y cayó al suelo con facilidad. Las ratas parecían huir de algo, pero ¿de qué?

—Solo son ratas. No pasa na... ¡ahhhhhhh! —aterrizó sobre el esqueleto de una persona. El cadáver aún vestía ropa que Kurt no dudó en ponerse, aunque era algo grande y olía mal; al menos le servía para protegerse del frío.

Al llegar al final del pasillo, Kurt se encontró con dos caminos: uno a la izquierda y otro a la derecha. Las ratas venían corriendo del lado derecho. A los pocos segundos, se escucharon unos gritos provenientes de la derecha, eran personas.

—¡Corre! ¡Esa cosa es muy rápida! —Parecía que los venían persiguiendo una criatura desconocida.

Kurt pudo ver a lo lejos a dos adultos jóvenes venir corriendo del pasillo derecho.

—Mira eso, es un chico —señaló uno de ellos.

—¡Oye, chico! ¡No te quedes ahí parado! ¡Corre! —Kurt, sin decir nada, comenzó a correr hacia el lado izquierdo.

Unos rugidos se podían escuchar, cada vez más cerca.

—Esto tiene que ser una broma —dijo Kurt al llegar a un pozo oscuro en el camino que parecía no tener fondo. Miró atrás y vio que los dos jóvenes eran perseguidos por un "Basilisco", una criatura con apariencia de serpiente y gallo. Su cuerpo era serpenteante y poseía alas de pájaro. En su cabeza tenía una cresta prominente.

—¿Por qué se detuvo el chico? —se preguntó uno de los jóvenes.

—Parece que no hay de otra —Kurt miró al pozo una vez más con mucho temor—. Aquí vamos, ¡aaaaah! —se lanzó al pozo sin dudarlo, esperando que algo amortiguara su caída. 

Los dos jóvenes hicieron lo mismo. Curiosamente, el Basilisco no los siguió; parecía haber una razón para su inacción.

Kurt y los dos jóvenes aterrizaron en un pozo de agua profundo. Delante de ellos había otro pasillo, pero esta vez había una gran puerta con un gran cartel que decía: "Cualquiera que intente llevarse las riquezas de Trugsa será castigado por su avaricia."

—Estamos a salvo, pudimos sobrevivir —decía el joven alto de cabello rubio mientras salía del agua.

—¡Toma eso, bazofia de ave! No eres tan fuerte, ja, ja, ja —alardeó con felicidad el otro joven de piel morena.

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