Capítulo 7

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Mi nombre se encuentra por todas partes con un mensaje: "Isaías, la voz dorada de USA, ahora sirve a Dios junto a los evangélicos, nos preguntamos, ¿será esto una estrategia de marketing para un nuevo album o sencillo? ¿Cómo se llamará? Creemos que el artista ha sido convencido por supuestos pastores de una iglesia cristiana de Brooklyn, esperamos que pronto regrese a los escenarios".

Claro que me van a tener de vuelta en los escenarios, pero ahora, cantando a Dios, he desperdiciado mi voz en el mundo y ahora deseo dedicarla completamente a este Jesús que poco a poco conozco.

Abro la biblia, me encuentro con Esther, ella me enseña sobre lo bueno que ha sido Dios, desde el que llaman Antiguo testamento, dice:

—Isaias, ¿quién murió en la cruz por nosotros?

Respondo lo que he aprendido básicamente de niño al estar rodeado de cristianos:

—Jesús... ¿cierto? —me da un poco de miedo equivocarme, aún sabiendo que es así.

—Exacto, es Jesús. Dios, su padre, lo envió por este mundo perdido —explica con aquel carisma simpático—. Así Dios nos demostró su amor por este mundo. ¿Alguna vez te has preguntado por qué Dios no responde a los impíos igual que en el antiguo testamento?

Niego con vergüenza, la verdad, nunca lo he pensado.

—No... lo siento.

Luego de admitir tímidamente ella es la que niega con una sonrisa.

—Tranquilo, pero antes que te preguntes, porque estoy segura de que lo harás, Dios, no responde de la misma manera debido a su hijo Jesús.

—Entiendo que Jesús murió por nuestros pecados, ¿es por eso?

—Así es. Y ahora, aboga por nosotros, el Señor espera que en este tiempo de gracia lo busquemos con todo nuestro corazón, lo que él anhela es que nos guardemos para el día del Señor.

—Y... ¿ese día del Señor es pronto?

Esther piensa un momento en su respuesta y al asentir, dice:

—La biblia registra que ni los angeles del cielo conocen el día ni la hora, pero podemos ver las señales del fin y además, que dentro de nosotros el Espíritu Santo testifica que ese día se acerca.

—Entiendo... Y una pregunta más... —le devuelvo una sonrisa y ella por un momento parece sonreírme con mejor ánimo y al darse cuenta de que sonríe más de lo usual cambia su sonrisa por una más suave—, me acabo de acordar de que siempre tengo algo en mi bolso, un día alguien me dijo que es de buena suerte.

Esther asiente y con una señal de mis manos le digo que espere un momento mientras voy a mi habitación porque estamos en mi balcón y al traer la cadena en mi mano ella se sorprende, la toma en su mano analizando el grabado.

—La virgen María...

Asiento con una sonrisa pero la quito cuando ella también lo hace, pero no como si estuviera molesta sino que parece que la ha parecido curioso el objeto.

—¿Te gusta? Te la puedo regalar si quieres.

Ella vuelve a sonreír y eso de alguna manera me tranquiliza.

—Oh, no... —menea su cabeza al negar mi propuesta—, si llego a mi hogar con esto, mi padre me reprende.

Mi silencio parece entenderlo y comienza a explicar:

—Pues, Isaías, nos llaman "protestantes", por no seguir a la iglesia católica y el papa, resulta que no creemos que María tenga poder sobre nosotros.

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