Capítulo 1

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Supuestamente, me acosté para descansar, sin embargo, no he podido conciliar el sueño en toda la noche.

Ella es cristiana, por lo tanto, esas canciones que tarareaba eran alabanzas para Dios que si mal no recuerdo, es el Dios de los judíos.

Sé perfectamente que mi nombre es bíblico, me lo puso mi abuela según me contaron mis padres. Creo que mi nombre es lo único que tiene relación con el cristianismo.

He estado pensando, que quizás en Youtube encuentre esas mismas canciones. No es como si pudiera haber tantas en el mundo.

Me he equivocado: son cientos de sugerencias de canciones cristianas en el buscador. Deslizo el dedo por la pantalla hasta encontrar alguna que me llame la atención, y es ahí: cuando encuentro una llamada "Eres el rey de los cielos" de Marco Barrietos.

Medito en ella a través de mis audífonos. Dice: "Eres rey de los cielos, eterno Dios exaltado por siempre, Jesús señor, tú gobiernas en toda la creación, oh cordero inmolado, eres Señor".

No sé cuántas horas han pasado, pero sigo escuchando una tras otra y mientras lo hago, parece que comienzo a conocer de este Jesús al que claman los cristianos.

Algunos le llaman rey, otros Dios, hijo del Dios viviente, admirable, Padre Eterno, príncipe de paz. Por supuesto que he escuchado antes de Jesús, porque tampoco es que vivo debajo de las piedras. Es solo que nunca tuve la oportunidad, o mejor dicho: nunca me detuve a analizar sobre la cristiandad.

Pastores me han evangelizado antes, pero nunca me detuve a escucharlos, si no estaba apurado, posiblemente andaba drogado.

Despierto con la luz del sol que traspasa el cristal del balcón. En este se asoma claramente una enorme ciudad que desde temprano se encuentra despierta.

Freddie está sentado en la cocina desayunando mis cereales. Este viejo nunca se detiene.

—¿Tu esposa no te prepara el desayuno?

—Esto es almuerzo, Isaí. —Reprocha, pero continúa comiendo, de hecho, le echa más leche a la taza—. Llevo toda la mañana esperando a que despiertes. Debemos viajar a Chicago dentro de una hora.

Esto no se encuentra en mi agenda. Se supone que tengo un mes libre de todo lo que tenga que ver con trabajo.

Me ha visto a los ojos y ha leído lo que pienso. Es cierto, no quiero ir a Chicago, mucho menos en este día que tengo una cita con Esther. Es una cita, ¿no? Claro, ella dijo que fuera al servicio... me invitó. Sí es una cita.

—Seguro no es tan importante mi presencia Freddie... tengo una cita.

Él cruza los brazos.

—Isaí... debes venir conmigo y el resto de la disquera.

—¿No se supone que estamos de vacaciones? ¿Debería formar una queja? De hecho, lo haré enseguida, solo espera a que encuentre mi teléfono...

—Mickey murió anoche. De una sobredosis...

Detengo las manos sobre mi teléfono, el cual había sacado de mi bolsillo con el fin de quejarme con Jota. ¿Habré oído bien o este viejo ha dicho que Mickey, el hermano de Jota, ha muerto? Apenas anoche nos saludamos; me dijo que era un aguafiestas por no celebrar mi cumpleaños.

Dejo el móvil sobre la mesa con mi semblante pálido. No es una noticia que uno espera recibir en la mañana. ¿Sobredosis? Me da escalofríos en todo el cuerpo al notar que he salido a salvo. Tal parece que Mickey no pudo.

—¿Jota... él cómo se encuentra?

Freddie baja la mirada y parece que su hambre se apaga dentro de sí, dado que echa a un lado el cereal.

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