04: competencia de tamaños

678 27 3
                                    

Las opciones eran cuatro: la chica negra que me había capturado y había frotado su enorme pene, una camarera rubia de lentes que me había atendido en la tarde, una camarera con look gótico o emo y, por último, una pequeña chica con orejas de gatito y una mirada inocente, fanática de animé me animaría a decir. Señalé a una de ellas para competir. Claramente elegí a la pequeña otaku. No quería perder aunque admito que me daba cierta curiosidad ver los penes de estas camareras. Lo comento desde un lugar no gay ¿no? claramente.

Señora Milksweet: Muy bien, apoya tu pene sobre la mesa para que lo podamos medir.

Me bajé el cierre del pantalón y dejé caer mi gran falo de 13 centímetros en estado de reposo. Escuché con orgullo el sonido de la mesa al golpearla con mis genitales sabiendo que, hasta ahora, todas las mujeres con las que había estado se habían sorprendido y me habían alagado el tamaño de mis genitales. Estaba haciendo esta competencia no sólo para salir impune de este ridículo restaurant de putos, sino que para también marcar territorio y dejarles en claro quién es el que manda en este lugar.

Señora Milksweet: Ok Sakura, es tu turno.

La tímida chica estaba parada frente a mi, al costado de la mesa. La joven me miró a los ojos y, con delicadeza, comenzó a subir su pollera y a levantar su calzoncillo.

Yo: No te preocupes, nena, no te sientas mal si tu pedazo no es tan...

¡SLAM!

Algo golpeó la parte de arriba de mi pene.

Yo: ¡ENORME!

No podía creer lo que estaba viendo. Sobre la mesa, la chica acababa de apoyar un tiburón que atravesaba el borde de la mesa y, no sólo golpeaba la madera, sino que llegaba hasta la punta de mi pene y llegaba a la mitad. No había ninguna necesidad de medir, evidentemente el enorme e inesperado monstruo de mi contrincante me había eclipsado en todas sus capacidades. Mi cara era un poema. Mi boca estaba abierta, mis ojos enormes. Me había dolido el golpe sobre mi pene, pero mucho más me dolía el ego ¿cómo podía ser que esta especie de... mujer... tan pequeña y fragil, tuviera un pene... de, por lo menos, doble tamaño que el mío?

Yo: no... esto no... no puede ser...

Levanté la mirada. Las otras tres camareras estaban intentando aguantar la risa. Sakura me miraba con timidez y me sonrió tiernamente.

Sakura: No te sientas mal, Cristian. Sólo eres un hombre beta. Es normal en esta isla.

No sabía que decir. La camarera negra no aguantó la risa.

Señora Milksweet: Ok, ahora que has perdido la apuesta, espero que hayas aprendido tu lección: nadie es más viril que las camareras de Femboy Hooters. Y ahora, tú eres una aprendiz de nosotras. Llevarás nuestro uniforme y aprenderás nuestro estilo de vida. Mañana es el día libre y lo dedicarás a aprender a cómo ser una de nosotras.

Sakura levantó su mano.

Señora Milksweet: ¿Si, querida?

Sakura: Quisiera ayudar a Cristian en el proceso de adaptación... me siento mal por haberle ganado en esto, seguro afectó a su virilidad y se siente menos hombre.

Yo seguía mudo.

Señora Milksweet: No tienes porqué sentirte mal, es el orden natural de las cosas. Sin embargo, puedes ayudar a Cristian en este proceso si tu quieres.

La señora me miró a los ojos.

Señora Milksweet: Otra cosa más: jamás te vuelvas a referir a nosotras como transexuales o cualquier otro nombre ofensivo. Nosotras somos Futanaris, originalmente Femboys, como en el que te transformarás tú a partir de mañana.

Futanari IslandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora