1 comienzo

1.7K 38 0
                                    

Lejos de aquí, existe una isla poco conocida. Se trata de una nación formada casi únicamente por futanaris. Si estás leyendo este relato ya sabés de que estoy hablando: mujeres con pene y un sobredimensionado libido. Una isla en donde peligra la heterosexualidad de todo hombre que lo pisa. Allí es donde fuí a parar yo años atrás. En esta serie les contaré mi historia: un relato de transformación lleno de abuso, humillación, polleras cortitas y mucho olor a esperma. Mi nombre es Cristian y creo saber el momento exacto en donde empezar...

Un enorme chorro de semen salió de la punta de mi pija y fue a parar en la carita de una chica rubia de unos recién cumplidos 18 años. Unos segundos después, salió el segundo chorro de mi pija y terminó en la cara de su madre. Ambas, un par de chupapijas adictas a mi virilidad.

Hija: Joder, qué rica que es tu lechita, Cristian.

Madre: Cómo vamos a extrañar este alimento tan rico.

Yo: Yo sé que si, mis putitas.

Mi nombre era Cristian. Nací en Buenos aires y me vine con mi tío a vivir a España. Nunca fui un chico aplicado, siempre me dediqué a la joda y a la partuza. Mi tío me enseñó bien: "cojételas a todas, Cristian, no dejes a ni una sola sin voltearte" fue una de las pocas frases que recuerdo del viejo antes de morir de tanto fumar y se habían convertido en mi ideal de vida. Era adicto a la concha: no perdía oportunidad en levantarme la mina que fuera. Para mí, una semana en la que no garchara mínimo con tres mujeres distintas era una semana desperdiciada. Un claro ejemplo eran estas dos bandidas que, luego de tragarse mi lechita, empezaron a vestirse.

Hija: Por favor, Cristian, juradme que volveré a probar vuestra polla dentro de poco.

Yo: Sacá turno, gallega, vos sabés que tengo mucha concha por probar todavía.

Cuando estaba por terminar de ponerme los pantalones, escuchamos una puerta que se abría en el fondo.

Mauricio: ¡Hola ma! ¡ya estoy en casa!

Me dí vuelta todavía con el cierre bajo.

Mauricio: Cristian ¿qué haceis aquí tan temprano?

Yo: Eh, nada, pasaba por acá y dije... voy a pasar a despedirme de tu hermana y tu madre que ya son casi como una segunda familia para mí.

Les dí un abrazo a las dos putitas y ambas sonrieron. Aproveché para tocarle el culo a la madre.

Yo: Ah, cojonudo, espera que voy a cambiarme y ya saldremos a por unas cañas.

El imbécil no podría sospechar que me estaba garchando a su familia ni en un millón de años.

-----------

Unas horas después estábamos en el bar los tres amigos. A Mauricio y a mí se sumó Julio.

Julio: No puedo creer que finalmente decidas irte de España, habiendo tantas oportunidades acá.

Julio era un amigo de mi tío más grande que nosotros, de unos 40 años. Estaba de visita por España y fascinado con el viejo continente. Otro día les contaré su historia.

Yo: Ya se los conté mil veces, no estoy consiguiendo nada acá. La promesa de España como el primer mundo es una mentira y yo voy a donde me lleve la brújula.

Julio: Mejor dicho, a donde te lleve el olor a concha ¿no es cierto?

Yo: Ey ¿qué tiene de malo intentar garcharse a todas las minas del planeta? las que no me den bola, se las dejo a ustedes.

Mauricio: Lo que no entiendo es porqué eligiste esta isla que nadie conoce: Leche Negra.

Yo: ¿Qué querés que te diga, Mauri? es lo que te conté por mensaje. Una gurisa me contó de esta isla en donde hay mucho trabajo y me vinieron ganas de ir a probar suerte a otro lado.

Futanari IslandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora