Capítulo 70

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-Si me deja opinar, creo que le favorece mucho el estilo de esmoquin o americano. -La estilista y diseñadora habló con una amplia sonrisa tan falsa como las que Norawit ya se había olvidado de presenciar, las dos modistas a su lado asienten igual de sonrientes.

-Ni hablar, debe llevar un traje tradicional. -Su futura suegra, la reina actual de Costa Negra, habló seria desde su posición sentada en el sofá de una de las salas de palacio. -Blanco y tradicional. -Habían ocupado toda la sala para la prueba del traje de boda. Norawit estaba sobre un pequeño peldaño de madera probándose infinitos trajes y, frente a él, juzgándolo, la reina. Deseaba tanto que su cuñado hubiera podido bajar a estar allí. -Y que cubra ese horrible tatuaje.

El pelinegro contuvo su aliento sintiendo su sangre hervir. Estaba harto de esa señora y sus comentarios mordaces. Además de querer elegir el maldito traje de su boda de mierda, estaba insultando los símbolos gravados en su piel que le recordaban al amor de su vida. Al hombre que siempre iba a amar.

-Buenos días. -La presencia repentina de la pelinegra le hizo callar su respuesta venenosa. Ciize pensaba retener más tiempo su intromisión, pero ver como su prometido quería avalanzarse sobre su madre, le hizo entrar antes. Por suerte detuvo así las palabras poco finas que Norawit iba a expulsar.

-Ciize, hija, no puedes ver al novio antes de la boda con el traje. -La chica acomodó el bajo de su vestido y se acercó más a ellos, su madre continuó. -Trae mala suerte.

-Eso es al revés y supersticiones de bodas occidentales. Hace un momento exigías un vestido tradicional. -Rueda sus ojos con fastidio. -Además, este casamiento ya da mala suerte de por sí. -No la mira, se dirige a las trabajadoras y con un gesto de cabeza les pide que se marchen. Las mujeres obedecen haciendo una reverencia primero. Una vez se marchan, Ciize, encara a su madre. -Ni que esto fuera una boda real. -La mujer la mira con reproche, Norawit observaba todo en silencio. Cuando la señora iba a reprender a su hija, esta volvió a hablar primero. -Mi hermano está jugando con tus joyas y maquillaje otra vez.

-Ese maldito niño. -Se queja saliendo también del salón en dirección a su cuarto. -Le tengo dicho que eso es de princesas, no de príncipes.

-El maquillaje y las joyas son de todos, madre. No sea antigua. -Ciize eleva su voz lo suficiente como para que su madre lo escuche. Una vez, ambos solos, la princesa mira el atuendo llamativo del pelinegro. -Por mí puedes llevar el traje que más te guste, Norawit.

-¿Y si me lo compro completamente negro? -Rebate haciendo una mueca.

-Tal vez cuadre más con la situación. -Comenta con una sonrisa ladeada. Norawit copia su gesto, al menos era comprendido. -¿Cómo te encuentras?

-No creo que exista palabra para definirlo.

-Lamento todo esto. De verdad lo hago. -Con cautela le tiende la mano para ayudarlo a bajar del atril y que se coloque a su altura. Norawit acomoda el aparatoso traje. -Tú sabes que te aprecio, ¿verdad? -Norawit asintió debilmente. -Fuimos criados como amigos, siempre te he sentido como un primo lejano y menor al que cuidar. Nunca imaginé que nos obligarían a ser mucho más.

-Ninguno de los dos merecemos esto. -La miró directo a los ojos. Ciize parecía tan dolida y rota como él. Sin embargo, la chica estaba destrozada por haber perdido su libertad sin poder negarse ante las exigencias y reclamos de sus padres.

-¿Qué se siente? -Preguntó tras un silencio cómodo entre ambos.

-¿A qué te refieres?

-¿Qué se siente al estar enamorado? -La sonrisa en Norawit surgió natural, genuina, plena de felicidad.

-Amar a alguien, recibir ese tipo de amor, jamás podría compararlo o describirlo de algún modo. -La bella imagen del príncipe feliz, se derrumbó en un mísero segundo. -Tal vez solo lo podría relatar como compromiso, lealtad y sacrificio.

Príncipe de Plástico ⁓ GeminiFourthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora