En un parpadeo paso toda su vida.
En busca de su venganza siempre fracasa, cuando piensa que sus planes están cerca de tener la victoria siempre su enemigo se adelanta a todos sus planes.
Juraba que ya lo tenia sin embargo no sucedió.
No importa cuantas cosas sepa del futuro o del pasado, nada le servirá. Debido que su enemigo se anticipo todo esto antes.
-Un punto débil debe de tener... -murmuró.
Mientras sus palabras se desvanecían en el aire, sintió la fría realidad: una espada atravesaba su pecho, succionando lentamente la vida de su cuerpo. Los ojos de su adversario, que la observaban con una mezcla de lástima y determinación, parecían buscar una tregua en medio de aquella crueldad. Con una lentitud deliberada, el enemigo retiró la espada de su corazón, como si prolongar el momento fuese su último acto de compasión.
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|Recuerda que solo tienes tres oportunidades
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|《○○¤》
- ¡Viva la nueva reina Hua Cheng!
Hua Cheng abrió los ojos al sentir el peso de la corona sobre su cabeza. Todos en el reino Xijang gritaron con alegría al recibir a su nueva reina. Nadie había pensado que una niña de siete años podría asumir un cargo tan importante debido a su corta edad. Sin embargo, a tan temprana edad, Hua Cheng logró restaurar el esplendor de su reino.
Una vez finalizada la coronación, comenzaron a presentar los obsequios para la reina. Los nobles anunciaban sus casas con la esperanza de que la reina se interesara en ellos por los costosos regalos que ofrecían.
"Esto es estúpido, ya pasé por esto dos veces"
Pensó Hua Cheng, recordando los obsequios tan caros que le habían aburrido. La primera vez, terminó la ceremonia con la excusa de estar cansada; la segunda vez, hizo que todos se retiraran.
Ahora, solo quería poner cara a los obsequios. Uno tras otro, los hombres le lanzaban miradas llenas de lujuria, hasta que sus esposas les daban un codazo para que desviaran la vista. Hua Cheng, con sus ojos carmesí, piel blanca como la nieve y cabello negro como la noche, parecía una muñeca preciosa. Todos se preguntaban cómo se vería cuando creciera, imaginando que enloquecería a cualquier hombre y causaría celos en todas las mujeres.
Anotó mentalmente a cada hombre que asesinaría, no soportaba esas miradas asquerosas. Lleva cinco horas sentada, planeando un nuevo plan o utilizando peones aún no usados. Intentaba encontrar un punto ciego en su estrategia, aunque todos sus planes fracasaban de maneras que no comprendía.
En un momento quiso detener todo, pero unos ojos del pasado la dejaron helada.
-Su Majestad, es un honor y un privilegio conocerla.
No tardaron en surgir los murmullos, criticando la patética presentación y el pequeño regalo que la joven sostenía. Sin embargo, esos ojos ámbar no mostraban signos de tristeza o vergüenza; al contrario, reflejaban tranquilidad, lo que hizo que los comentarios cesaran.
-¿Puedo saber qué es?
Todos se sorprendieron al escuchar a la reina hablar por fin.
-Joyas, Su Majestad.
-Sabe muy bien que ya me han dado muchas joyas, ¿verdad?
-Sí, Su Majestad, pero le prometo que estas joyas son mejores que las de cualquier otra casa.