Hua Cheng despertó con los primeros rayos del sol que se filtraban por las cortinas de su habitación. Al levantarse, abrió el balcón para ver el cielo, que aún mostraba rastros de la noche.
Observó el amanecer, con el sol asomándose lentamente en el horizonte. Levantó ambas manos, como si sostuviera el sol naciente en sus palmas, y sin darse cuenta, recordó la flor de fuego que Xie Lian le había mostrado. La imagen de la flor volvió a su mente, y se dio cuenta de que nunca había preguntado por su significado.
-¿Acaso tiene importancia? -murmuró para sí misma, en un tono seco.
Despejando esos pensamientos, Hua Cheng se enfocó en lo que verdaderamente importaba para ella. Una vez que se casara con Xie Lian, tenía un objetivo claro: usar el poder de Xie Lian para cumplir con su venganza. Los sentimientos y significados detrás de gestos como la flor de fuego quedaban relegados a un segundo plano; lo que realmente importaba era su misión y la manera en que utilizaría todo a su disposición para lograrla.
-Su Majestad, es momento de prepararla -dijo Yin Yu.
-Si...
Hua Cheng cerró sus manos, como si estuviera apagando el sol que sostenía en ellas.
Poco después, las sirvientas entraron en la habitación con delicadeza. Sin decir una palabra, la ayudaron a prepararse, bañándola con cuidado y esmero, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto para la ceremonia. Hua Cheng se dejó llevar por la rutina, su mente enfocada en lo que vendría después, mientras las sirvientas cumplían su tarea en silencio, conscientes de la importancia del día.
Hua Cheng, al salir del baño, se quedó completamente helada al ver el vestido que la esperaba. La majestuosidad del conjunto la tomó por sorpresa, y durante un instante, solo pudo quedarse ahí, mirando en silencio.
El vestido, con su delicada elegancia, parecía brillar con una luz propia.
Sin decir una palabra, Hua Cheng dio un paso adelante, acercándose con cautela al vestido que, aunque imponente, también se veía tan ligero y perfecto para ella. El impacto de verlo en realidad, en lugar de solo imaginarlo, la dejó sin aliento, llenando su pequeño corazón con una mezcla de emoción y una inesperada calma.
El vestido de Hua Cheng era una obra maestra en sí mismo, diseñado para capturar la majestuosidad sin sacrificar la ligereza. A primera vista, el vestido parecía flotar alrededor de su pequeña figura, con una gracia que casi desafiaba la gravedad. El tejido, de un blanco puro, se movía con cada paso, como si estuviera hecho de un material tan delicado que podría desvanecerse en el aire.
El estampado del vestido estaba adornado con flores meticulosamente bordadas, que daban la impresión de haber sido recién recogidas del jardín. Estas flores se extendían desde el dobladillo hasta la cintura, creando un suave degradado de colores pastel que acentuaba la elegancia del diseño sin abrumar la figura infantil de Hua Cheng.
El velo que acompañaba al vestido era casi tan impresionante como la prenda principal. Con un estampado de mariposas delicadamente tejidas, el velo caía en cascada desde la cabeza de Hua Cheng, tan transparente que parecía más un susurro de tela que un accesorio tangible. Las mariposas, finamente bordadas, parecían estar en pleno vuelo, añadiendo un toque de magia al conjunto.
El vestido abrazaba suavemente su figura, permitiéndole moverse con la gracia natural de una niña, mientras se veía cada centímetro como la reina que estaba destinada a ser.
-Se ve hermosa, Su Majestad -dijo una sirvienta mientras retiraba con cuidado el velo-. Ahora hay que peinarla, maquillarla y...-
-Traigan un babero para que la reina pueda desayunar sin ensuciar el vestido -interrumpió Yin Yu con firmeza.