Capitulo 2

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Sanemi pensaba que si alguien le hubiera dicho que la relación con Tomioka y el cambiaría de esta forma se habría reído a carcajadas, luego golpearía a esa persona por hablar estupideces. Pero ya no, incluso para el resultaba casi que imposible creerlo. No lo admitiría pero realmente disfrutaba de esas horas que pasa al lado del azabache. Incluso aunque sus conversaciones no sean tan largas el silencio que se instala entre ellos ha dejado de ser incómodo. Le agradaba que Tomioka es capaz de notar cuando no tiene ganas de conversar o cuando cierto tema le incómoda y no lo presiona haciéndole preguntas estúpidas. Solo se queda a su lado, mirando las nubes, las flores o las pequeñas hormigas que desfilan frente a ellos. Con el viento meciendo sus cabellos suavemente. Nota como el azabache lo mira de reojo pero finje no saberlo, Tomioka espera esa pequeña señal de que se encuentra mejor. Lo agradece infinitamente.

Nunca creyó que la paz sería realmente aburrida y no es que extrañe poner en riesgo su culo cada noche pero si fuera el precio que tiene que pagar para volver a ver a esas personas que se quedaron en el camino no lo dudaría ni un momento. Si tuviera la oportunidad de hacer las cosas diferentes lo haría. Pero el tiempo no se puede retroceder y las decisiones que tomamos conllevan consecuencias y deben ser afrontadas.

No tiene ni un retrato de él, de su pequeño hermanito. Tiene miedo, miedo de olvidar su rostro,su voz. Que todos los recuerdos que formaron juntos no se vuelvan más que imágenes borrosas en su mente. Aquellos tiempos lucen tan lejanos.

Su corazón se estruja cuando piensa en Genya y se pregunta. ¿Por qué no el? . Genya tenía que vivir, ser feliz, conseguir una esposa y tener hijos. La vida no es justa y definitivamente cada día se encarga de demostrarle cuánto lo odia.

Su cuerpo se siente como un cascarón vacío, ya no siente y vive por que tiene que hacerlo. Por que no quiere defraudar a quienes se quedaron en el camino. No quiere que el sacrificio de su hermano sea en vano.

Se sienta bajo el mismo árbol de siempre, las hojas están empezando a caerse y se da cuenta que el tiempo no se detiene, sigue su curso sin perdonar un solo día de su vacía vida . Suspira profundamente y cierra los ojos . Luego mira al cielo, sus ojos pican y hace un esfuerzo sobrehumano para retener las lágrimas que amenazan con escapar de sus ojos . No le gusta hacerlo, le hace sentir débil, frágil y el siempre tuvo que ser fuerte, desde que tiene memoria así es. Pero entre más pasa el tiempo más le aplasta el peso de su soledad. El silencio que llena su hogar lo pone intranquilo, a veces tiene ganas de salir corriendo y escapar de su realidad. Sus noches de insomnio van en aumento, por más cansado que se sienta el sueño no lo vence.

Pero en sus sueños puede verlo, sonriéndole como cuando era un niño.

"A mí me gusta mucho dormir por que no me da hambre "

Su voz suena clara en sus sueños, con el tono alegre que siempre tenía a pesar de pasar tiempos oscuros en casa . Su pecho se siente cálido al escuchar ese tono infantil.

Sanemi no puede decidir que es más difícil, pasar el día buscando que hacer de diferente para no morir de aburrimiento, o la noche donde la oscuridad y el silencio le recuerdan que está completamente solo. Fallo a su promesa de protegerlo de todo.

Sin darse cuenta sus mejillas ya están húmedas. Lágrimas empapan su rostro, deslizándose una tras otras lentamente hasta perderse en el suelo. Se sorprende de si mismo, limpia todo rastro de llanto pero entre más limpia más lágrimas aparecen, una tras otra, sin parar. Lleva demasiado tiempo reprimiendo su sentir y decide ya no luchar más, un poco cansado de siempre tener que ser fuerte. Cierra los ojos y permite a estos expulsar hasta la última lágrima que ha guardado.

Jadea un poco cuando siente que es abrazado pero no necesita abrir los ojos para saber que se trata de Tomioka quien lo ha tomado en un abrazo. Permitiéndole esconder su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro. En otros tiempos lo hubiera pateado e insultado hasta el cansancio. Pero ahora con un poco de torpeza enreda sus brazos en la estrecha cintura del azabache y se abraza más fuerte contra el, sintiendo también torpes y tímidas caricias en sus cabellos. Cómo dos tontos que no saben ser expresivos con el prójimo.

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