Los ronquidos de la capitána eran relativamente suaves, también eran constantes, parecía el ronroneo de un gato, o tal vez un zorro... Era extraño, pero agradable.
Pensó la menor estando acostada junto a ella, justo en su costado izquierdo. Era cálido, también era distinto a las veces que durmió junto a los otros esclavos en Marijosea. Aquí no se sentía apretada, ni con frío, ni con miedo o hambre. Habían comido bastante bien y muy rico antes de salir al puerto y antes de que cayera el sol lá Sra. Betty había traído un ciervo que había cazado y muchas frutas, entonces su estómago no dolía por hambre y como la mujer generaba mucho calor tampoco tenía frío.
Sus ojos, sin embargo, no pudieron cerrarse gran parte de la noche. Tal vez era por las miles de estrellas puestas en el cielo nocturno, ¿o era por el sonido de los árboles con la brisa?
Hinata suspiro en silencio, inquieta en medio de la noche, solo ella y la bonita noche. Sentándose con cuidado de no despertar a la mujer a su lado, Hinata observó con interés las pequeñas luces doradas qué aparecían y desaparecían entre los matorrales. Curiosa, muy curiosa se levantó y una pequeña y casi imperceptible sonrisa de niña se asomo en sus labios al sentir la hierva humeda en la planta de sus pies.
Miro hacia abajo por un instante, las marcas de los grilletes ya no le dolía como antes, era curioso como en solo unas pocas semanas su cuerpo entero había adquirido un tono más saludable. Claro, las marcas de esos dos años en cautiverio seguían estando allí, pero solo eran eso, solo marcas. La niña salió de sus pensamientos cuando una pequeña luz dorada se poso entre sus pies, como un deseo inocente.
Era una pequeña mariposa dorada, con extraños y elaborados patrones árabescos en sus alas que emitan luz cuando se abrían. Era la primera vez que Hinata veía algo parecido, sabía de la existencia de las luciérnagas pero esto, era tan distinto, y tan nuevo.
Como hadas.
Justo como las hadas qué salían en los libros de cuento.
Las que se decían tenían la habilidad de cuidar la naturaleza.
Con dedos regordetes y con mucho cuidado y lentitud, Hinata logro que la pequeña mariposa a sus pies subiera a su mano.
-hace cosquillas -susurro la menor acercandola un poco más a su rostro para ver más de cerca esas bonitas alas.
¿Cuanto tiempo hacia que no realizaba un acto tan simple como aquel?
Desde aquella última vez que estuvo en la aldea de Konoha. Sin que lo hubiese querido, muchos recuerdos antiguos comenzaron a salir a flote.
Los entrenamientos en el día con su padre y sus clases de etiqueta y protocolo. Cuando su madre la consola a en el jardín del complejo Hyuga y le daba galletas. Su primer día de academia, su primera clase, su primer todo...
Pequeñas lágrimas doradas y silenciosas se escurrieron en el rostro e la luna al recordar su hogar. Y como si fuese un acto noble del bosque mismo, las mariposas doradas qué volaban a su alrededor se subieron a su rostro y bebieron sus lágrimas.
Quería ir a casa, ojalá pronto pudiera volver a casa.
Dejando las mariposas doradas, Hinata se acercó de nuevo donde estaba Betty, acostandose a su lado, soñando con su vida antes de aquel caos.
Estaba caminando hacia la academia junto a Ko, su niñero, al que le habían asignado la tarea de cuidarla mientras que su primo Neji aun era joven.
Todos en la aldea los saludaban con amabilidad y respeto. Las niñas en su academia eran todas tan bonitas y amables, volviendo la parte de su grupo de amigas.
Al volver a casa en la tarde, le había contado a Ko todo lo que había echo durante el día, y al estar en casa también le contó a su padre, que por primera vez en su vida la veía...
El suave pero constante movimiento de su cuerpo inicio la tarea de sacarla de su bonito sueño dorado. Estaba tan relajada que la tarea le era difícil. Betty suspiro.
Vio la figura aún durmiente de la menor y no tuvo masa opción que cargarla. Faltaba poco para el amanecer y también para que ella viese el mayor de todos los tesoros.
Fue un camino relativamente corto, unos 20 de caminata, 20 minutos en los que la niña no se despertó a pesar del movimiento. Eso no significa que fue tranquila, la pequeña niña había decidido ir parlotenado y balbucueando cosas que por momentos quisieron hacer reír a Betty.
Betty se preguntaba ¿hacía cuanto que la pequeña Hyuga no dormía tan profundo? Es decir, la extravagante mujer había sentido el momento exacto en que la menor decidió acostarse a su lado y eso había sido bien entrada la madrugada, alrededor de las cuatro para ser más exacta, y si miraba la posición en la que se encontraban las estrellas, Betty podía saber que solo faltaba una hora para el amanecer; oh bueno, una hora era todo lo que necesitaba antes de la la Hora Dorada.
O La Hora Mágica, como llamaban algunos otros.
Ella prefería llamarlo por otro nombre, uno que estaba más acorde con el momento en que ocurría. Era ese pequeño instante en el que todos tus sueños se pintaban del oro del amanecer.
Sueños Dorados
Justo como las curiosas polillas doradas qué salían cada noche en su isla. Polillas qué atrapa an los sueños en hilos de seda dorada como el sol.
Y tal vez, el sol también quería que ella lo viese, porque justo en el momento en que las nubes comienzan a pintarse de aquel tesoro dorado tan hermoso que solo unos pocos sabían mirar con sinceridad, la pequeña que llevaba en brazos decidió despertar.
-woow -susurro la niña con asombro, mirando el cielo con esos ojitos tan blancos y lindos. Con ese mar opalinos qué era capaz de emular la misma luz dorada del sol.
-¿es precioso, verdad? -
-... Si... -era suave, pero las palabras estaban allí.
-ese, Hinata, ese es el color de la esperanza -dijo Betty mientras dejaba a la menor en el suelo -ese es el color de aquellos que jamás dejan de soñar, o de amar, o de creer.... Ese pequeña Hinata, es el color que lleva tu nombre -dijo viéndola a los ojos.
La menor lo sentía, sentía como si su alma pequeña y desgastada se bañara de oro líquido y se arreglara, mientras miraba los ojos azulado de la mujer que no tenían otra cosa más que verdad misma. Era como un sueño, un sueño hecho de oro
Ahora con un nuevo recuerdo, con sueños de oro, con el sol como testigo de la nueva flor que crecería bajo su luz.
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REVOLUCIONARIA
RandomQue sucede cuando tierras vírgenes son visitadas por navegantes de mares lejanos ? El desastre , eso sucede . Yo soy Hinata y esta es mi historia , la historia de como me convertí en una revolucionaria