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Fukuhara Chie regresó tarde a su casa, ganándose un regaño por parte de su madre y hermana mayor, su mejor excusa fue haberse quedado comiendo helado junto con sus amigas en un centro comercial cercano

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Fukuhara Chie regresó tarde a su casa, ganándose un regaño por parte de su madre y hermana mayor, su mejor excusa fue haberse quedado comiendo helado junto con sus amigas en un centro comercial cercano. No podía ni quería decirles que en realidad se había enfrentado con un grupo de delincuentes frente a la escuela. Solo se quedó ahí soportando el regaño.

—Hay gente muy peligrosa en la calle a esta hora ¿qué crees que pasará cuando vean a unas niñas de uniforme por ahí solas? — su hermana la reprochaba, Chie le daba la razón, su mente iba de una vez al bate que escondía detrás del contenedor de basura.

Después del regaño la apuraron a que sacara al perro al parque, un pequeño poodle. Chie asintió y caminó al parque frente a su casa, apurando a su mascota a que hiciera sus necesidades para no seguir aguantando frío. El parque estaba desierto, aunque bien iluminado. La rubia soltó al perrito y se sentó en los columpios mientras intercambiaba mensajes de texto con sus amigas , ninguna podía creer lo que acababan de vivir. Un rato después volvió a guardar su celular en su bolsillo para llamar a su mascota pues lo había perdido de vista. El perro estaba dando orinando un árbol, antes de que Chie pudiera regañarlo captó el ruido de un motor acercándose, no era su imaginación, una moto llegaba del lado opuesto a ella. Sintió los vellos de la nuca erizarse, con las manos en los bolsillos de su abrigo apretó la pequeña navaja que llevaba siempre. Se levantó de los columpios dispuesta a tomar a su perro y regresar ya a casa, pero el animal no se veía por ningún lado y no quería gritar su nombre.

La motocicleta se detuvo a un lado de la calle, el piloto se bajó, con los pies en el suelo y la espalda recostada en un costado de la moto. Chie quería fingir que no lo veía, no quería saber en qué dirección estaba mirando, de reojo podía ver que era una de las motos que había visto antes.

— Baby, ven ¿dónde estás? — alzó la voz mirando a todas partes, el perrito salió de un brinco, Chie hizo señas para que se acercara, el perro, en cambio, corrió en la dirección contraria, hacia donde estaba el chico. Este al verlo se agachó a acariciarlo. Chie quería ponerse a llorar del desespero, esta vez estaba sola con una navajita. ¿Sería una mala persona si abandonaba a su mascota con un criminal adolescente y huía a su casa?

—Hola, Baby. — el chico jugaba con el perro, aprovechando que miraba hacia abajo Chie pudo observarlo bien. Tenía un afro de rizos rosados, no, más como un tono durazno o salmón. Tuvo que detenerse, no iba a quedarse divagando sobre el tono correcto. Se armó de valor para acercarse — ¿Por qué no le dices a tu dueña que se acerque? Yo no muerdo.

El chico soltó una risita burlona que hizo enfadar a Chie, quien se detuvo en su lugar, ahora que él había dicho que se acercara ella ya no quería hacerlo, desde donde estaba habló con fuerza.

— ¿Qué quieres? ¿Me seguiste hasta acá? — se estaba haciendo la valiente como su amiga Kei, aunque estuviera temblando como una ramita.

— No hables desde tan lejos, no te escucho. — el tono burlón la hacía enfadar más.

Chie se acercó hasta quedar a un par de pasos del chico rosado. Seguía agachado jugando con Baby y al ver su sombra alzó la vista, los rizos le cubrían gran parte de la frente, tenía una sonrisa y los ojos entrecerrados, la chica pensó que había algo tenebroso en su semblante sonriente. Nadie decía nada y eso hacía a Chie sentirse extremadamente incómoda, el chico se puso de pie y al hacerlo el poodle fue otra vez con su dueña, Chie le puso la correo tan rápido como pudo. De pie se veía más alto.

— ¿Me seguiste o algo? El chico de pelo feo dijo que ustedes no le pegan a las mujeres.

— Je... No vine a golpearte, estás loca. No te seguí, pero te estaba buscando.

— ¿Ah? Si es por amenazarte por el bate, te lo mereces.

— Quiero pedirte algo. — Chie estaba preparada para discutir con el chico rosado, salmón, durazno o lo que fuera. — Dame tu celular.

— Ni siquiera sé cómo te llamas. — Chie no estaba entendiendo nada, frente a ella él seguía sonriendo.

— Nahoya.

— Yo me llamo Chie ¿para qué quieres mi celular?

— Para llevarte a una cita conmigo.

Shinjuku Cherry - Manjiro Sano ; Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora