Capítulo 16.

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 —¡No me creo lo que me estás contando todavía! —exclamó Hamilton, mientras se carcajeaba.

El horario de oficina había terminado hace un par de horas, así que habíamos decidido reunirnos con mi hermano en el nuevo bar de jazz que él sugirió. Ayer me había llamado por teléfono, diciendo que estaba listo para brindar y contar los detalles de su gran osadía.

—Pero, ¿en serio te dejó que la cargaras? Te arriesgaste demasiado —dijo Walker, antes de continuar bebiendo su martini.

—Deberían calmarse un poco. Actúan como si ustedes hubieran tenido esa cita y no Paul —contesté, intentando apaciguar las aguas de bromas y bullicio.

—No te pongas nefasto ahora, Logan —replicó Hamilton—. Tal vez la próxima podamos ir a espiarlos para corroborar lo que suceda.

—¡Ja! Eso no me lo perderé. ¡Salud! —Brindó Walker y se rió.

—No pensé que lo tomarían de ese modo —habló Paul—. Ya que no pude traerles gran cosa de información que les fuera útil.

—Despreocupate de eso un poco. Ha sido un gran avance, la información valiosa no caerá rápido a nuestras manos. También debemos hacer nuestra parte —respondió Walker.

—Solo esfuérzate más la próxima vez —advirtió Hamilton.

—Bueno, ya tengo la excusa perfecta para que sea ella la que quiera verme.

—¿En serio? ¿Y qué es? —pregunté.

Paul sacó de su bolsillo un arete con una gema rojiza que era rodeada por incrustaciones de diamantes más pequeños.

—Busqué la marca en internet y es de un diseñador francés que solo hace piezas exclusivas para cada cliente. Y un valuador me dijo que ese arete por si solo valía más que una casa en el centro de la ciudad.

Hamilton se atragantó con su bebida y se lanzó a tomar el arete para mirarlo más de cerca.

—Eso es una fortuna. ¿De dónde habrá obtenido el capital para comprar algo así?

—Hamilton, no comiences de nuevo.

—Logan, no sabemos en cuantos negocios está involucrada, y menos cuantos de ellos son ilícitos.

—¿Saben? Coincido con mi hermano, no creo que Miranda sea capaz de algo así.

—Oh, cállate Paul. Ya tenemos suficiente con un defensor de la señora F. No te vuelvas uno más o te golpearé en la cara —contestó Hamilton y carraspeó, antes de darle una calada a su cigarro—. Deberíamos quedárnoslo y averiguar cuál es el máximo provecho que podríamos obtener.

Paul le arrebató el arete a Hamilton y se lo guardó.

—No seas estúpido. Sabiendo lo que vale lo mejor es devolverlo. Nos servirá más jugar esa carta que lo que tú planeas hacer.

—No. Tú no seas estúpido —exclamó Hamilton—. ¿Saben cuanto tengo que caminar para poder pagar 2.99 por una botella de licor?

—No, y francamente no me importa.

—Además los vicios y la pobreza no son una buena mezcla.

—Ya, pero, ¿saben qué sí lo es? —interrumpió Walker.

—Déjame adivinar, ¿coñac y triple sec? ¿o tal vez champán con absenta? —pregunté.

—¿Hablas en serio? Me alegra que no seas bartender, tus cócteles serían una mierda —dijo Hamilton, antes de zamparse el último trago de la botella de whisky.

De Realismo Mágico Se Compone El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora