Capítulo 22.

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Cuando colgué la llamada, volví a mis intentos por descifrar la contraseña, intenté con su fecha de cumpleaños invertida, combinaciones de esos mismos números, algún número relacionado con algo de la oficina y nada parecía funcionar.

Mi atención fue llamada por Paul, quién estaba en la entrada de la oficina.

—¿Qué pasó? ¿Pudiste entrar?

—No, aún no. La contraseña debe ser una fecha importante para ella, ya intenté con varias de ellas que recuerdo.

—Mira hermano, no la conozco muy bien todavía pero, Miranda me dijo que el arete perdido era tan importante para ella porque fue un regalo de su madre.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes? —exclamé.

—No lo consideré importante para ustedes —Se encogió de hombros.

—Sabes que todo lo que tenga que ver con ella es importante en este momento —Retiré las gotas de sudor que comenzaban a formarse en mi frente—. Le diré a Hamilton que le pregunte a la tal Kelly si sabe el nombre y la fecha de nacimiento de la madre de Miranda.

—Bueno, mientras tú haces eso, yo voy a abrir la caja fuerte, aunque si es más difícil de lo que imagino, tendremos que llamar a un cerrajero para abrirla. Pero no sé si tengamos tiempo.

—Bien, la caja fuerte está en su recámara, ocupate de eso, yo iré a buscar a Hamilton.

Salí a toda prisa y bajé los escalones de par en par, buscando rastro de Jules. Cuando no lo encontré por ninguna parte, fui al cuarto de la cava y justamente ahí lo encontré. Estaba tumbado de espaldas entre los gabinetes, con dos botellas en cada mano y con semblante serio. Me apersoné a sus pies y lo miré con severidad, él no notó mi presencia hasta entonces.

—¿Qué demonios haces?

—Solo trato de analizar cuál de todos estos licores es el mejor de todos. He probado cada uno pero ya no estoy seguro si lo recuerdo bien, tendré que abrirlos y probar cada uno.

Intenté contener mi atisbo de furia que comenzaba a formarse en mi estómago y mentalmente comencé a contar hasta diez.

—Hamilton, debo decir que eres la única persona de la que tengo una certeza sobre su causa de muerte.

Dejó lo que estaba haciendo y en su cara se manifestó la duda.

—... ¿Cirrosis?

—Y posterior a un golpe en la cara si estoy de ganas.

—Pff, mejor vete si solo me vas a fastidiar.

—Lo haré, pero antes necesito que llames a tu novia y le preguntes todo lo que sepa sobre la madre de Miranda, aniversarios, nombres, todo.

—Agh —gruñó y se encorvó para mantenerse sentado sobre el suelo—. ¿Sabes cuanto me va a costar toda esa información? Ella ha sacado más ventaja de nosotros que nosotros de la señora F.

—Quizá, pero esta información tal vez nos sirva ahora.

—¿Y para qué quieres saber todo eso?

—Te lo diré cuando tenga algo en concreto. Ahora, deja de comportarte como un mezquino y haz lo que te dije.

—Si lo hago, ¿dejarás de fastidiarme para que pueda volver a lo mío?

—Sí.

Jules refunfuñó antes de asentir con la cabeza y sacar su móvil.

—Bien, lo haré. Y espero que dejes de fastidiar después de hoy.

—Gracias, amigo. Solo no te tardes mucho.

De Realismo Mágico Se Compone El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora