Los Dominicos

49 10 13
                                    

Sunghoon y Sunoo siguieron caminando tranquilamente hasta el Mall, la conversación fluía maravillosamente sin ningún esfuerzo.

Sunghoon nunca se imaginó poder conversar así de fácil con alguien como Sunoo, y Sunoo ni en sus peores pesadillas se imaginó que llegaría a pensar que le caía bien un flaite.

Cuando llegaron al Mall, finalmente llegó el momento de despedirse.

– Yo me tengo que ir al último piso pal' trabajo. – Dice el pelinegro, girando todo su cuerpo hacía el rubio.

– Mi amigo me está esperando en el starbucks. – Sunoo juega con sus manos.

Si era sincero, no quería despedirse tan pronto, porque probablemente no vería más a Sunghoon.

– ¿Me dai' tu ig? – A Sunoo le brillaron los ojos al oír la iniciativa que tomó el contrario, por lo que con una sonrisa asintió.

Sunghoon le pasó su celular y él felizmente escribió su perfil, apretando el botón de seguir de inmediato.

– Ahí está. – Le devuelve el celular.

– Chao, princesa, un gusto. – Y se despide guiñando el ojo, caminando tranquilamente hacía las escaleras automáticas.

Sunoo se quedó parado allí por unos segundos, sonriendo aún, extrañamente emocionado por aquel guiño de despedida y ese singular apodo.

Finalmente volvió a la realidad, y se dirigió al café en el que lo estaba esperando su amigo, sentándose junto a él mientras lo saludaba con un beso en la mejilla cuando lo encontró.

– Hola, Sun, que bueno que pudiste venir. Lo siento por no haber podido ir a buscarte. – Se disculpa su amigo, extendiéndole la bebida que había pedido para él con anterioridad.

Sunoo agradeció el gesto y tomó un sorbo, encantándole el sabor del matcha con leche caliente.

– No te preocupes, Hee. Aah, no te imaginas la odisea que tuve que pasar para llegar acá.

– ¿Había mucho taco?

– No, peor. Mi hermana no me trajo hasta acá. – El pelirrojo frunció el ceño ante esta nueva información. – Winter hizo que me viniera en metro, Hee.

– Júramelo. – Dice impresionado el chico.

– ¡Te lo juro! Menos mal que un chico me ayudó, sino, no hubiera sobrevivido para nada. – Se recargó sobre el asiento, suspirando cansado por lo difícil que fue llegar hasta acá.

Difícil, pero agradable... Todo gracias a un flaite con unos lunares y sonrisa de ensueño.

– Por la chucha, Sunoo. ¿De verdad no te pasó nada? ¿Revisaste que estuvieran todas tus cosas? ¿Y no te fuiste muy apretado? De seguro estaba pasado a sudor ahí. – Su amigo se notaba realmente preocupado.

– No estaba tan lleno, menos mal, de hecho había como poquita gente. Y me intentaron robar el celular, pero el mismo chico que me ayudó a pasar me lo recuperó. – Sonríe inevitablemente al recordar ese momento.

– ¿Y quién es ese chico? – El rubio se encoge de hombros.

– Él también venía para acá y me ayudó. – No dijo más del tema, cosa que Heeseung respetó.

– Pobrecito el Sunito, debiste de haberla pasado mal. – Acaricia su cabeza, cambiando su voz a una más aguda como la típica que se usa con los bebés. – ¿Te parece ir a comprar para que mejore el día?

El rubio asiente emocionado.

– Vamos entonces.

Los dos se levantan y hacen su camino hacía las tiendas. Normalmente iban al Parque Arauco a comprar, pero ese día la reunión del padre de Heeseung era allí en Los Dominicos. A Sunoo en un principio le había dado igual este detalle, pero ahora lo agradecía, porque había podido conversar más con aquel flaite.

El Metro. - Sunsun AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora